Carlos Rodríguez Mayo
En mi anterior artículo, del mes de Junio, hablaba de la dinámica discriminatoria que pone en marcha nuestro mal bilingüismo y de la actuación de cada uno de sus agentes. Si hubiera que ser más explícito al respecto, diría lo siguiente:
En mi anterior artículo, del mes de Junio, hablaba de la dinámica discriminatoria que pone en marcha nuestro mal bilingüismo y de la actuación de cada uno de sus agentes. Si hubiera que ser más explícito al respecto, diría lo siguiente:
Por un lado, los alumnos bilingües se sienten valorados y mejores por estar en estos grupos. Su entrada en ellos es un timbre de gloria, pues no hay plazas para todos. Por eso algunos centros hacen exámenes para acceder a las plazas bilingües, y por eso muchos de los alumnos no bilingües se sienten marginados en unos grupos que se definen esencialmente por ser peores en comportamiento y por padecer de un índice de fracaso mucho más elevado. Por otro lado, los padres actúan en el mismo sentido. Los de los bilingües suelen estar más satisfechos, pues los alumnos sacan mejores resultados, mientras los problemas, que se concentran entre los no bilingües, dan lugar a un mayor descontento entre los padres de éstos. Por su parte, los equipos directivos y los profesores utilizan el bilingüismo como medio para obtener más y mejores alumnos en una época de vacas flacas, aprovechando la propaganda de los dos partidos mayoritarios (PP y PSOE).
En toda esta dinámica, se asume como principio el que el bilingüismo es algo difícil, algo para lo que hay que estar preparado, algo que no está al alcance de todos, como si saber inglés o francés fuera más difícil que saber matemáticas o historia o como si, además, de aquellos necesitasen más los más competentes y de éstas -que son justo las que se explican en inglés en nuestro centro y con libros más delgados- mucho menos. El dominio de los idiomas, sin embargo, es un conocimiento tan útil para un médico como para un albañil o un cerrajero, porque saber otro idioma es algo que sirve a todos y que no tiene sentido limitar, y menos con pruebas que discriminan según la capacidad, como se hace en muchos centros.
Frente a este bilingüismo discriminatorio, los partidos y las distintas fuerzas sociales, como los sindicatos, deberían haber protestado, pero han preferido callarse. Los marxistas, esos que entienden que el motor de la historia es la lucha de dos clases enfrentadas, no han querido ver la dualidad que separa ya en la ESO a los niños, según su capacidad, a causa de nuestro mal bilingüismo. Los liberales, esos que atacan los privilegios y defienden el principio de igualdad, tampoco ven aquí discriminación... Pues bien, a mi modo de ver, la discriminación es innegable. Basta contemplar la % de aprobados o entrar sucesivamente en los dos tipos de aula para verlo. Si añadiésemos estadísticas de problemas familiares (% de padres separados, por ejemplo), de inmigrantes, de cualificación profesional de los padres, todas redundarían en ello. Sin embargo, los estudios no se hacen, no interesa, y la discriminación se mantiene o crece, a medida que nuestro mal bilingüismo se extiende por la mayor parte de los institutos de España. Su proliferación es una auténtica vergüenza para este país, primero porque no hay datos que demuestren que los centros bilingües hayan mejorado sus resultados en inglés (en nuestro caso, en selectividad, como se puede ver en este blog, ha resultado exactamente lo contrario) y segundo, porque es tan claro su sentido discriminatorio que su éxito demuestra la relatividad de los principios morales y políticos de nuestra democracia.
Frente a este bilingüismo discriminatorio, los partidos y las distintas fuerzas sociales, como los sindicatos, deberían haber protestado, pero han preferido callarse. Los marxistas, esos que entienden que el motor de la historia es la lucha de dos clases enfrentadas, no han querido ver la dualidad que separa ya en la ESO a los niños, según su capacidad, a causa de nuestro mal bilingüismo. Los liberales, esos que atacan los privilegios y defienden el principio de igualdad, tampoco ven aquí discriminación... Pues bien, a mi modo de ver, la discriminación es innegable. Basta contemplar la % de aprobados o entrar sucesivamente en los dos tipos de aula para verlo. Si añadiésemos estadísticas de problemas familiares (% de padres separados, por ejemplo), de inmigrantes, de cualificación profesional de los padres, todas redundarían en ello. Sin embargo, los estudios no se hacen, no interesa, y la discriminación se mantiene o crece, a medida que nuestro mal bilingüismo se extiende por la mayor parte de los institutos de España. Su proliferación es una auténtica vergüenza para este país, primero porque no hay datos que demuestren que los centros bilingües hayan mejorado sus resultados en inglés (en nuestro caso, en selectividad, como se puede ver en este blog, ha resultado exactamente lo contrario) y segundo, porque es tan claro su sentido discriminatorio que su éxito demuestra la relatividad de los principios morales y políticos de nuestra democracia.
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