Conociendo que soy profesor de instituto, un padre de familia me pregunta acerca de la mejor opción para su hijo. El instituto que le toca es bilingüe, como el nuestro, de manera que existe la posibilidad de elegir. Yo le contesto que, si se conoce el percal, no hay ninguna duda. Siempre hay que elegir la enseñanza bilingüe, pero no porque sea mejor, sino porque esa misma opcionalidad encierra una real clasificación de los alumnos, dado que los más competentes, los más motivados y de mejor comportamiento la eligen, con toda lógica, y dejan, por lo tanto, la formación no bilingüe para los menos competentes, los menos motivados y los de peor comportamiento.
El que, por la razón señalada, yo recomiende sin dudar la enseñanza bilingüe no quiere decir que ésta sea en sí misma buena y recomendable. Como ya he dicho muchas veces en este blog, y como saben los dirigentes de educación, que callan por motivos políticos, nuestro bilingüismo no funciona. Siendo generosos con él, se podría decir que obtiene resultados magros en el aprendizaje del inglés y, a cambio, provoca un retroceso en las asignaturas que se imparten en el idioma bilingüe, que son las grandes perjudicadas. También son perjudicados los alumnos de los grupos no bilingües y los profesores que dan clase a estos grupos indisciplinados.
Los grandes partidos (PP y PSOE) y los distintos sindicatos saben de esta discriminación y la asumen, pero esperan que la verdad no se extienda, que nadie diga nada, para seguir vendiendo la hermosa palabra en las elecciones. Con este silencio cómplice, ante una verdad que no se evalúa de forma pública y transparente, los que callan se hacen en alguna medida responsables de la degradación del sistema. Por eso yo sigo hablando, aunque me quede sólo: Nuestro bilingüismo es un mal bilingïsmo. El que busca la verdad la encuentra.
Los grandes partidos (PP y PSOE) y los distintos sindicatos saben de esta discriminación y la asumen, pero esperan que la verdad no se extienda, que nadie diga nada, para seguir vendiendo la hermosa palabra en las elecciones. Con este silencio cómplice, ante una verdad que no se evalúa de forma pública y transparente, los que callan se hacen en alguna medida responsables de la degradación del sistema. Por eso yo sigo hablando, aunque me quede sólo: Nuestro bilingüismo es un mal bilingïsmo. El que busca la verdad la encuentra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario