Desconozco de quien es la responsabilidad de establecer el plan de desalojo del instituto ni lo que se evalúa realmente en el ensayo anual. Lo único que sé es que cada año se reproduce la historia. Un ejercicio improvisado que nos conduce al patio entre el cachondeo mordaz de los alumnos.
Es verdad que la seguridad es importante, y que eso exige una cierta planificación y una práctica. El problema es que esa práctica debería de estar regida por la racionalidad de un plan, cuyas características intento ahora reconstruir en función del ejercicio de este año.
Estas son mis deducciones: El desalojo se ha basado en la conducción de todos los alumnos hacia las puertas de las dos alas más externas, hacia dos puertas que están casi siempre cerradas y que han de ser abiertas por los bedeles tan rápido como sea posible. Deduzco que la eliminación de la salida por el ala tercera, la de la biblioteca, se basa en intentar evitar la fuente mayor de riesgo, que es la de la caldera de la calefacción, lo cual me parece lógico; sin embargo no entiendo muy bien las razones por las que la puerta principal, que es la entrada y la salida natural del instituto, lo mismo que la puerta al "jardín de Europa", han sido marginadas del ejercicio. Me dicen que la razón de esto último es que la puerta principal se reserva a los bomberos, pero yo creo que es muy difícil que el desalojo y los bomberos lleguen a coincidir. A mi parecer estas puertas podrían abrirse antes que las otras dos, porque están más cerca de los bedeles, que son los que tienen las llaves, y porque hay un mando a distancia que no existe en las dos puertas del ejercicio de este año. Integrando las dos puertas del hall central no sólo se haría más improbable el fracaso, sino que además se podría acelerar la salida, en el caso de que se condujese a los alumnos del segundo piso hacia éstas.
En otro orden de cosas, el desalojo plantea cada año un problema más complejo, el de su contradicción con el problema generado por el cierre de las puertas. El cierre de todas puertas supone transformar al centro en una verdadera ratonera ante un posible accidente interior y supone entender que el riesgo está fuera, dado que el instituto se cierra para protegerse del exterior. Con el desalojo, de pronto, todo cambia. Como por arte de magia, el riesgo deja de estar fuera y está ahora dentro. Los alumnos se dejan conducir muy divertidos. Hacen chistes sabedores de que es sólo un simulacro y de que nuestra actuación es contradictoria.
Ante este estado de cosas en el que todos, alumnos y profesores, nos dejamos dirigir sin saber hacia dónde ni por qué, no estaría de más el que alguien hiciera públicos, también, los presupuestos lógicos en los que se basa el plan y que en ese acto hubiese espacio para poner en cuestión su racionalidad. De este modo, se podría explicar la importancia del ejercicio y pedir la colaboración de todos. Si, además, el simulacro se anunciase de antemano, se podría preparar mejor la estrategia, se podría priorizar, y la lógica aplicada transformaría el desalojo en lo que debería de ser en todo caso: Un acto educativo más.
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