Habla mi libro de texto de 2º de la ESO de una mítica "cruzada de los niños" en el siglo XIII, que acabaría con la esclavitud de sus iluminados participantes al llegar a Alejandría, y yo pienso en nuestras "huelgas de niños" y en el fin que nuestra historia dará a tan singular "experiencia democrática".
Un dato más de la ceguera de nuestros políticos ante la cuestión son las recentísimas declaraciones al respecto del ministro Wert: "La posibilidad de que se prohíba hacer huelga a los menores de 14 años dependerá de los posicionamientos al respecto de las comunidades autónomas. Es una cuestión que evidentemente puede plantearse en la futura norma". Es decir, igual lo hacemos, igual no. Esto no es una prioridad.
El Ministro conoce perfectamente las raíces del problema, porque ha indicado que "el supuesto derecho a huelga de los alumnos menores de edad es un efecto de una definición "tortuosa" de la LOE sobre este aspecto que permite que los estudiantes de 3º de ESO secunden los paros, como consecuencia del derecho de reunión y previa consulta a la dirección del centro". Sin embargo, no parece interesado en entrar a valorar sus efectos negativos ni parece decidido a enfrentarse contra ellos.
Al respecto yo me he expresado muchas veces, así que ahora sólo puedo repetirme, insistir en que permitir la huelga a niños que no pueden votar, porque no tienen la madurez suficiente, es como permitir jugar a los niños con bombas porque, de mayores, si quieren, podrán ser militares. Por eso, tolerar el mantenimiento de la situación actual es una atrocidad política e intelectual que nadie en su sano juicio debería defender. Sin embargo, en este país llamado España, cuajado de cenetistas disfrazados de socialdemócrata, hay tan poca reflexión acerca de lo que pasa que nadie toma la palabra y dice: "No hay derecho. Se acabó la fiesta. Ya está bien". Así nos va.
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