Como el protagonista del mito de la caverna de Platón, son muchos los que confunden el mundo real con el mundo de los conceptos. Viene esto a cuento por el follón que se ha montado por unas palabras de una presentadora de televisión acerca de las donaciones de órganos y acerca del alma, que es un concepto tan manido por la iglesia que muchos lo dan por hecho como una realidad indiscutible. En el mismo sentido los que hablan de obreros y empresarios como si fueran dos entes reales en los que nos encuadramos necesariamente para componer dos desiguales ejércitos que se han de enfrentar necesariamente hasta la derrota definitiva de la burguesía, confunden el materialismo histórico, la teoría marxista sobre la evolución de las sociedades humanas, con la misma realidad social.
No pensar en que el alma es un invento de Aristóteles que la iglesia se apropia y adapta a sus creencias o en que Marx no pudo valorar en su época el papel que hoy representan las pujantes clases medias supone dejar de valorar la manipulación del sentido de lo real que la utilización de esos conceptos supone.
La realidad es algo inaprensible. Podemos describirla, podemos medirla, podemos buscar leyes científicas y usar de ellas con la tecnología, podemos intentar cambiarla, si conocemos bien cómo funciona, pero no podemos confundir las teorías o los conceptos que describen la realidad y sus propiedades con la misma realidad.
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