En la última
reunión de la CCP, siguiendo el signo de una preocupación
de las altas esferas, los jefes de departamento hemos asumido la
obligación de realizar una reflexión sobre la
competencia comunicativa en Lengua Castellana. Resulta evidente la
necesidad de esta reflexión por los malos resultados de los
institutos españoles en PISA y de nuestro instituto en
particular en las evaluaciones diagnóstico realizadas. Para
centrar el problema habría que preguntarse sobre ¿qué
es lo que está fallando? y sobre el ¿cómo podríamos solucionarlo? Sin embargo no tenemos apenas información
relevante. Yo tampoco la tengo, aunque sí que me
gustaría introducir una hipótesis relacionada con la supuesta influencia de los móviles y de
las redes sociales en el comportamiento lector y escrito de nuestros
alumnos. A mi modo de ver es posible que parte de lo que está
pasando no tenga que ver con un descenso real en la competencia de nuestros alumnos y sí con unos hábitos
sociales deficientes. Según mi punto de
vista, las redes sociales podrían influir en que los alumnos de hoy usen más que los de la generación
de sus padres de la lectura y de la escritura. Este uso mayor no
implicaría, sin embargo, un uso mejor, y sí una menor
profundidad y reflexión. La comunicación resultaría
hoy más superficial y con un nivel de incorrección
sintáctico y ortográfico mucho mayor. En internet, por ejemplo, contrasta el comportamiento de
una persona de edad, que lee todo lo que tiene delante y piensa antes de actuar, con la
selección de los contenidos de los jóvenes, que antes
de pasar a intentar comprender al emisor, valoran la utilidad del
conjunto de un vistazo y la rechazan con rapidez si no les interesa... Pues bien,
se me ocurre que algo análogo sucede en nuestras clases. Los
alumnos no se toman el tiempo necesario para entender nuestros
mensajes orales o escritos, no leen los enunciados de nuestros
problemas ni lo que dicen los textos. Actúan como ante su teléfono u
ordenador. Creen que el profesor o el compañero es como la
máquina que tiene entre sus manos que obedece de forma
continua a sus impulsos. Esperan que todo fluya a su alrededor y no
saben ajustar su ritmo al de la clase. Los profesores percibimos que
los alumnos cada vez preguntan más y cada vez atienden menos a
las instrucciones formales que les proponemos. Todo resulta cada vez
más desorganizado. Su comunicación oral suele carecer
de análisis y de argumentación. Su comportamiento tiende a ser más irreflexivo y su expresión más primaria. Como profesor es fácil percibir que los alumnos
rechazan los textos largos. Los rechazan como rechazan este sistema educativo que les ha descargado de una parte
importante de la responsabilidad sobre su propio aprendizaje para
echarla sobre las espaldas de profesores y padres. En consecuencia,
el problema de la competencia comunicativa es tal vez un problema de
hábitos sociales más que de hábitos
comunicativos, un problema de ritmo de trabajo y de esfuerzo
personal, de manera que su solución no está sólo
en la creación o en el cultivo de nuevos hábitos de
expresión y de lectura. La solución, en efecto, está
también en las medidas correctoras del comportamiento que sean
capaces de romper con esta especie de autismo social que las redes
sociales están multiplicando, medidas que pasan necesariamente
por la promoción del papel director del profesor, que es el
único que puede proponer unas reglas de juego y un ritmo común
a la expresión oral y escrita de sus alumnos.
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Hace 5 semanas
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