miércoles, 8 de septiembre de 2010

Blanca ya no volverá a la biblioteca

Carlos Rodríguez Mayo
Una vez me dijo que me iba a dar una torta. No quería decir eso, pero lo dijo así, porque así era ella. Según le llegaba la idea la expresaba. Era espontánea, era Blanca: Tal cual. Desde su silla de la biblioteca ejerció como reina de las letras en papel, planteó juicios sumarísimos a los que se olvidaban de los préstamos y mantuvo a raya a todo el que se acercó por allí. Así delimitaba su territorio y conseguía el orden necesario. Mis compañeras mayores la tuvieron como amiga y la han cuidado con esmero.
Por indicación de Amparo, hablé con ella en diciembre. Fue muy amable conmigo, entendía la importancia que yo daba a mis escritos y me preguntó por ellos. Le hablé de lo que estaba preparando y luego la llamé en Navidad para enseñarle el resultado. Ya no pude hablar con ella. Lo siento mucho, porque ya es irremediable. Yo sé que me apreciaba y me lo demostró con su interés, con el ánimo positivo que transmitía. Ahora la imagino en su lugar, frente a la puerta de la biblioteca, y lamento no poder cambiar su ilustre nombre: Biblioteca Álvaro Pombo. Para mi, siempre será la biblioteca de Blanca, territorio comanche, la razón por la que Blanca me prometió una torta un día, el fruto de su generoso trabajo.

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