Carlos Rodríguez Mayo
Llegaremos a clase y nos encontraremos de pronto frente a frente. Me ha tocado fulanito, direís. Para algunos será una suerte y para otros una desgracia. Será parecida la reflexión interna de los profesores al veros en las listas o sentados en el aula. Nueve meses por delante. ¿Qué será de nosotros? Ya veremos... Lo único cierto es que lucharemos, que vamos a usar de nuestra educación y de nuestra simpatía para llevarnos lo mejor posible y que conviviremos, porque ya no hay otro remedio.
Para que todo funcione normalmente hay que empezar aceptando el reparto de papeles. Por un lado está el profesor, cuyo oficio es enseñar lo que sabe. Por el otro los alumnos, que están aquí para aprender y que van a ser evaluados por el profesor. Queda un largo curso por delante para que cada cual demuestre quién es y cómo es, pero lo importante no es eso, lo importante es que el servicio educativo se produzca, que el profesor enseñe y que el alumno aprenda. Para ello es preciso que el alumno se convenza de que el saber no es sólo un adorno, una cualificación especial que se adquiere y que nos permite elegir la profesión soñada o ganar más. El saber es sobre todo lo que nos hace mejores, lo que nos permite ser más libres y más felices, aunque nos cueste mucho esfuerzo. Merece la pena aprender.
Y yo recomendaría especialmente a los alumnos de 2º de Bachillerato que disfruten sobre todo este año, porque a muchos de los compañeros que tienen o que han tenido no los volverán a ver más, y porque este curso marcará el final de otra etapa de sus vidas. Y el final del año académico que acaba de empezar llegará "como un ladrón en la noche".
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