Carlos Rodríguez Mayo
Leo en el Diario Montañés que el nuestro es el IES con menos alumnos del valle de Camargo. Tan sólo 430 alumnos. Una matrícula en descenso. Frente a nosotros el Valle de Camargo justifica en la Formación Profesional su éxito: 620 alumnos. Ellos tienen ESO, Bachillerato y FP, nosotros sólo ESO y Bachillerato. Hay quién pide módulos para nosotros. Yo no pienso así. Módulos, ¿dónde? ¿Cómo? ¿Para qué?
Yo no quiero crecer por crecer. El crecimiento que quiero no es la consecuencia de añadir nuevas enseñanzas, sino de hacer mejor nuestro trabajo, de apoyarlo, de mimarlo con toda la delicadeza que requiere y de contar bien lo que hacemos.
Nuestro Centro es el más antiguo de Camargo, el que más experiencia alcanzó en el antiguo BUP y en el nuevo Bachillerato. Una parte de nuestros profesores formó en condiciones difíciles a los padres de nuestros alumnos. Si aquel trabajo se hizo bien y si las cosas buenas mejoran con el tiempo, alguien podría hablar de ello. Si nuestros alumnos aprueban más en selectividad, alguien debería expresarlo en voz muy alta y con orgullo, en vez de interpretarlo como argumento para combatir el fracaso escolar. Si nuestros compañeros tienen prestigio y saber, alguien debería airear su curriculum. Todavía conservamos en el Centro profesores eminentes, como Gonzalo Valdeolivas, o entusiastas del teatro, como Freire, pero otros, que han hecho muy bien su trabajo durante muchos años, se han ido sin reconocimiento (ahora recuerdo a Carlos, a Amalia, a Miguel Ángel y a Roxana). No, no todos somos iguales. Los principios de mérito y capacidad, que consagra nuestra Constitución, están ahí, y los profesores y alumnos de nuestro centro los aportamos en diversa cantidad y calidad. De los mejores aprendemos más y mejor. Yo aprendo cada día de ellos y estoy orgulloso de tenerlos aquí al lado. Nuestros alumnos también lo están. Aunque la política empleada tienda a hundir este barco, yo defiendo el valor de lo que hacemos. Este es un buen lugar para aprender.
Tengo la impresión de que en la primera parte de tu entrada abordas el ya viejo dilema entre si es preferible "lo cuantitativo" o "lo cualitativo". Y aquí supongo que las opiniones varían.
ResponderEliminarPor ejemplo, yo tengo unos amigos a los que lo que les gusta realmente es comer "a cholón", "a cascoporro", sin mesura y sin importar la calidad del género, de la materia prima.Lo que interesa, pues, es llenarse bien la tripa. Otros, en cambio, son más refinados y prefieren menos cantidad pero que no se les sirva para comer pura chatarra fabricada con materiales baratos. Éstos se decantan así por la calidad.
Y a ellos habría que añadir la tercera vía, que señala que ni tanto ni tan calvo.
Yo soy de los que consideran que no hay nada como ir a trabajar todos los días con unos compañeros a los que aprecias, de los que aprendes y cuya calidad cultural y docente es sobradamente reconocida. Y bueno, si además hace un día soleado y te puedes permitir incluso el lujo de tomarte unos cacharros bien puestos en una terraza... ¡Eso ya es el Paraíso Terrenal!
¡Un saludo!
Ojalá que dure el buen ambiente y que no empeore el tiempo.
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