Carlos Rodríguez Mayo
En el artículo de ayer, comentaba el problema disciplinario más grave de nuestro instituto. El problema consiste en que una parte significativa de algunos grupos de la ESO, en especial de 2º, tiene una actitud muy negativa que se manifiesta en una rebeldía constante ante las indicaciones del profesor y en un enfrentamiento expreso contra las normas. El desafío al sistema disciplinario que representan estos alumnos descubre la inexistencia de una voluntad de represión efectiva, en tanto que enfrente tan sólo aparece la fuerza disuasiva del discurso de sus profesores, pero no un sistema disciplinario que penalice su transgresión.
En el artículo de ayer, comentaba el problema disciplinario más grave de nuestro instituto. El problema consiste en que una parte significativa de algunos grupos de la ESO, en especial de 2º, tiene una actitud muy negativa que se manifiesta en una rebeldía constante ante las indicaciones del profesor y en un enfrentamiento expreso contra las normas. El desafío al sistema disciplinario que representan estos alumnos descubre la inexistencia de una voluntad de represión efectiva, en tanto que enfrente tan sólo aparece la fuerza disuasiva del discurso de sus profesores, pero no un sistema disciplinario que penalice su transgresión.
Para corregir el problema, la estrategia personal y aislada de cada uno de sus profesores no suele ser efectiva. Hace falta poner en marcha una acción coordinada que permita convencer a los alumnos de que es mejor cambiar su comportamiento, porque no respetar la norma se paga. Es preciso denunciar la cuestión y es preciso acordar a todo el equipo de profesores, incluída Dirección y Jefatura de Estudios, en una estrategia común desde el principio del curso.
En todo caso, también existe la posibilidad de mirar hacia otro lado y seguir callando para que se pueda repetir a todo el mundo el mensaje falaz de que aquí no pasa nada.
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