Carlos Rodríguez Mayo
Aunque repite una parte del programa de 4º de la ESO, la Historia del Mundo Contemporáneo, de 1º de Bachillerato, por producirse tan sólo un año más tarde, da la oportunidad a los alumnos de realizar una experiencia diferente: La de pensar por primera vez como un adulto y la de sentirse un ser político. En esta experiencia temprana, resulta importante el papel del profesor, alguien que debe promover la reflexión acerca de las razones del pensamiento político en cada época, alguien que les enseñe a entender que el liberalismo y la democracia ponen el acento en la libertad y que el socialismo lo pone en la igualdad, pero no de forma exclusiva, alguien que no sustituya su propio pensamiento y que les de la fuerza necesaria para atreverse a tener convicciones propias, pero sabiendo que hay otras convicciones que son tan dignas como la suya. Es en este contexto, cuando se debe empujar a los alumnos a preguntar por lo que hicieron sus abuelos y a hablar en casa de política. Comienzan así a entender que son unos seres históricos que vienen de donde vienen, que cargan con una historia y con un ser social específico. Los alumnos aprenden, también, que en una democracia se combate a los reaccionarios, porque defienden los privilegios personales o territoriales del Antiguo Régimen, y a los totalitarios fascistas o comunistas que llenaron de sangre el siglo XX, aunque la historia justifique su aparición y su vigencia.
Para ser un buen ciudadano, para entender qué es la izquierda y la derecha, para poder luchar con garantías contra los sectarios de uno u otro signo que combaten el necesario consenso con la imposición de extremismos inaceptables para el otro y se olvidan del imperio de la ley, hay que estudiar algo de Historia.
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