Este año he tenido el privilegio de poder trabajar a tiempo completo con alumnos de 2º de Bachillerato. Con cierta nostalgia, repaso las anécdotas del curso y pienso en que se acercan los exámenes finales. Para mis alumnos se termina un periodo importante de su vida. Quedan las notas, la selectividad, la siempre difícil decisión de elegir, casi, una profesión para el futuro... Yo siempre les digo que no piensen en el prestigio social de su trabajo, en si van a ganar poco o mucho dinero. No, el que así obra se equivoca. Les queda toda una vida por delante y tienen que empezar a aprovecharla ya, siendo valientes. Deben mirarse al espejo y sentirse capaces de hacer algo, algo en lo que se sientan seguros, especiales, aunque tengan que vencer alguna resistencia. Ellos han estudiado Filosofía, Literatura, Historia y Geografía, para poder preguntarse quienes son y para comenzar a encontrar las respuestas. Después la vida les llevará de aquí para allá, pero habrá tiempo de rectificar los errores. Yo espero que recuerden que vivieron estos años cruciales con nosotros, sus profesores, y que nos recuerden con alguna de nuestras virtudes y con nuestros muchos defectos. Es seguro que en ellos habremos dejado ideas y esquemas útiles, una óptica de la realidad y una forma de ser y de vivir, pero ellos también nos han dejado mucho, porque a su través vemos el mundo. Ellos, seguramente, nos recordarán y nosotros, los profesores, les olvidaremos, porque ya no está nuestra memoria para guardar rostros y nombres...
Siento la sensación reconfortante de que el tiempo ha pasado para bien. Es verdad que cada año son más vagos y que se queda sin tomar una gran parte de esa papilla que cada día preparamos, pero también es verdad que nos escuchan, que nos respetan, que nos saludan cada día con una sonrisa y que se rien de nuestros chistes malos... Por eso y por haber hecho fácil nuestro trabajo, tengo que darles las gracias.
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