Carlos Rodríguez Mayo
Se nos ha echado el fin de curso encima y apenas he tenido tiempo de despedirme de vosotros, los nueve alumnos de este blog. Lo hago ahora, aunque sé que la suerte ya está echada y que la ruleta de la fortuna seguirá girando y no dejará de crear distancia entre nosotros. En el futuro, os recordaré de muy diversas formas. Recordaré vuestros artículos más genuinos, aquellos en los que afloraron vuestro ingenio o vuestra sensibilidad, recordaré las dificultades padecidas para sacar adelante los trabajos de investigación o para exponer los resultados, recordaré vuestras miradas interesadas en entender el contenido de mis propuestas, los debates internos cuando tocábamos puntos en los que discrepábamos, vuestro comportamiento siempre respetuoso y, sobre todo, esa sonrisa y esos ojos luminosos, ese aura de vida que da la juventud y que es una auténtica bendición para los profesores carrozas, como yo.
Si nuestra relación ha sido fructífera, es posible que hayáis aprendido a valorar la realidad que os acompaña cada día y a expresarla por escrito sin tener miedo a las consecuencias, porque es mejor decir que callar y porque hablando o escribiendo se aclaran las ideas y uno se compromete con lo que pasa. Si mi trabajo ha alcanzado algún éxito, habréis adquirido la confianza que hace falta para defender vuestra posición y habréis crecido un poco. Yo no sé en qué medida se habrán logrado estos objetivos, pero sí que sé que, por mi parte, vuestras palabras, vuestros trabajos y vuestras sugerencias me han servido para ver y entender mejor muchos problemas o al menos para plantear y dejar en suspenso interrogantes que algún día habrá que resolver. Me despido, por lo tanto, agradeciéndoos vuestra colaboración impagable desde este lugar que hemos inventado con nuestro esfuerzo, desde este blog del Ría del Carmen que tanto nos ha costado mantener y que tan pocos aplausos merece. El mundo es así de injusto. La calidad de nuestro producto nunca será reconocida si no da votos, si no es amable con la dirección o con el poder establecido. No importa. Nuestro único premio son los lectores que hemos conquistado con paciencia y el intentar y conseguir abrir las puertas de nuestros corazones. El mío siempre estará abierto para todos vosotros. Seguid siendo buena gente.
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