Carlos Rodríguez Mayo
Desde que yo tengo memoria, recuerdo en los institutos la existencia de una Asociación de Padres. Su papel en la regulación de los posibles excesos cometidos por el profesorado y su apoyo a las actuaciones disciplinarias o a las demandas justas de la comunidad escolar ante los estamentos políticos es muy importante.
Empezaba ya el siglo XXI, cuando alguien decidió trocar las APAs (asociación de padres) por las AMPAs (asociación de madres y padres). En el cambio se coló la intención redentora del lenguaje políticamente correcto, pero para evitar el término APMA, que se pronunciaría con mucha mayor dificultad, se prefirió la precedencia de las mujeres a los hombres, que normalmente se había rechazado para evitar la confusión con el lenguaje de los caballeros decimonónicos, que solían empezar sus discursos con un: “Señoras y señores...”
El inventor del término no cayó en el grave inconveniente de la homofonía con una peligrosa asociación de delincuentes con la que cargan desde entonces los padres que se comprometen con el común. Este inconveniente sería razón más que suficiente para que todas las asociaciones solicitaran el cambio de nombre y se volviera a ser lo que siempre fueron: La asociación de padres del instituto... ¿O acaso prefieren seguir siendo del AMPA?
Yo no estaría tan seguro de que se les pasase por alto lo de la homofonía de AMPA con la organización criminal cuando decidieron poner ese nuevo nombre.
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