Carlos Rodríguez Mayo
En la sala de profesores hay un cartel de la Dirección General de la Mujer del Gobierno de Cantabria que representa un ejemplo de lo que intento combatir desde la aceptación del cargo de representante de la Igualdad en el Consejo Escolar de este instituto.
Reza el cartel en cuestión: “Buscamos maestras. Arquitectas de sueños”.
Señalándolo con el dedo, recientemente, le comenté a Roberto, el profesor de gimnasia:
-Y a los maestros, ¿quién les hace un homenaje?
Una compañera, que escuchaba, entró en la conversación como un resorte:
-Los hombres lo habeís tenido todo. Está bien que las mujeres hagan eso.
-No estoy de acuerdo -le contesté–, un homenaje al maestro incluíría a los hombre y a las mujeres.
La discriminación positiva encierra el peligro de discusiones como esta. A un varón nunca se le permite criticar a una feminista. Enseguida se le pone el cartel de machista, pues, según parece, si hablas contra las feministas, eres un machista, y si eres machista, eres tambien un presunto maltratador y estás en el camino de ser un asesino de mujeres.
Este tipo de asociaciones de ideas criminaliza al conjunto de los hombres y permite atacar con enorme virulencia cualquier crítica a los excesos de algunas feministas. Sin embargo, se puede criticar a las feministas sin ser machista. Es lo propio de un demócrata el defender la igualdad ante la ley. Los privilegios, todos los privilegios, son propios del Antiguo Régimen, como lo fueron y lo son los fueros vascos, como lo fueron los que tuvieron la nobleza y el clero antes de la revolución burguesa. A cualquiera se le alcanza que no se debe juzgar a cada uno por la forma en que la que se viste ni por lo que tiene en el vientre, sino por lo que dice y hace.
Arquitectas de sueños... ¿Quién es capaz de defender semejante cursilada?
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