Hoy hemos tenido un simulacro a tercera hora. Como siempre ha sonado la alarma de incendios y hemos salido de clase.
Una vez en las escaleras, algunos bajábamos pegados a la pared, otros por el medio y otros pegados a la barandilla. Se supone que deberíamos haber bajado pegados a la pared, pero nunca es así. Otro detalle es la tranquilidad general. Aunque en realidad, más que tranquilidad lo que hay es pasotismo, un pasotismo que se justifica por la repetición de esta actividad y por lo mal que se hace, algo que acaba haciendo que no sirva para nada el simulacro. La gente se encontraba feliz, bromeando y riendo, como siempre. Esto último es lo más preocupante, porque es la muestra de que muy poca gente se lo toma en serio, de que la mayoría ven el simulacro como un simple entretenimiento, una forma de perder tiempo de clase. Otro problema de los simulacros es el de interrumpir un examen o impedir avanzar en el temario de aquellas asignaturas que no tienen tempo para explicar su materia. Además, en esta ocasión, Protección Civil nos ha comentado el asunto por megafonía. Nos comunicaron el fallo de no revisar bien los baños y también el tiempo que tardamos en realizar el ejercicio: aproximadamente dos minutos, lo mismo que los otros años. Me parece bien que esta vez lo hayan hecho por megafonía, ya que en todos los simulacros que hemos tenido, las explicaciones nos las daban en el patio y no se escuchaba bien, porque todo el mundo se encontraba relajado, charlando con sus compañeros o celebrando la pérdida de algún examen.
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