Raquel Soto Escandón
Era tercera hora, estábamos en clase de ICS y sonó el antiguo timbre, en lugar de la alarma de incendios. Mis compañeras y yo nos echamos a reír. En lugar de hacer un simulacro parecía que íbamos al recreo. Bajamos bastante desordenados, unos empujándose, otros de la mano o riéndose. Total, lo que decía, que parece que íbamos al recreo.
La gente se tomaba el simulacro como un momento de relax. La mayor parte de los alumnos ya lo sabían en el recreo. Decían: “¡Toma! ¡Nos perdemos la clase con fulanita!“. Durante la evacuación se veía al director y a miembros de protección civil organizando los pasillos, vigilando que todo estuviera correcto y que no se quedara nadie por el camino. Al salir a la calle pasamos por el famoso caseto de Willy, donde supuestamente fumaban los profesores, también pasamos a través del gimnasio, cosa que no hacíamos nunca, y llegamos a la pista de atrás, donde unas clases estaban mezcladas con otras. Estuvimos allí unos cinco minutos y regresamos a las aulas. Luego, por megafonía, Teo nos informó de cómo fue el simulacro. Nos dijo que se había realizado con normalidad, aunque con algunas “incidencias” tanto por parte de alumnos como de profesores, que antes de salir deben mirar si queda alguien en los baños. Nos dijeron que esto se realiza por si algún día hay un incendio de verdad y para que sepamos cómo tenemos que actuar. Tardamos un minuto y cincuenta y seis segundos en evacuar el edificio, bastante rápido, creo.
Pienso en que acertaron en darnos el mensaje por megafonía, porque otros años en la pista nadie escucha y no se oye nada, así que de este modo todos estuvimos atentos. Sin embargo, por otro lado, a mí personalmente me parece que los simulacros solo sirven para perder un rato de clase ya que a la mayoría de los alumnos, también me incluyo, no nos interesa mucho, porque si de verdad ocurriera un incendio saldríamos alborotados y no estaríamos preocupados por hacer filas ni nada de eso.
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