David Loyo Pérez
Estimado Carlos:
Sabe que, aunque parte interesada, soy defensor de la enseñanza bilingüe, y soy también de los que suponen que, en realidad, todas las opiniones, de una lado o de otro, son interesadas porque persiguen algún interés, particular o colectivo, y es ese interés el que nos lleva a ver una parte de las cosas, la que precisamente nos interesa, y a minimizar o ignorar la que no nos gusta. Y particularmente creo que, aunque a veces no sea perfecto, la apuesta por el bilingüismo merece la pena y merecería la pena por poco inglés que se aprenda, mientras se aprenda algo de inglés.
No creo, como dice, que necesariamente -y lo digo con cierto fundamento- el bilingüismo suponga una pérdida o, al menos, una pérdida exagerada, de la materia de Geografía, que es en la que se imparte, en el caso de las Ciencias Sociales, el bilingüismo en el instituto (concretamente en 3º de la ESO).
Y quizá no sean los alumnos -con todo el cariño que los tengo- los que deban aquí marcar la pauta de la que hace la dirección de un centro, porque ¿qué pasaría si los alumnos se manifestasen favorablemente para que no se den Matemáticas en el instituto? ¿Qué haríamos? ¿Haríamos que la dirección elimine las Matemáticas porque así lo quiere el alumnado? La opinión de los alumnos ha de ser siempre tenida en cuenta, pero ellos, aún formando parte imprescindible del centro, no se encargan de decidir qué asignaturas se dan o no se dan ni cómo, porque de esos se ocupan otros profesionales.
La discriminación entre alumnos, profesores y asignaturas no es, además, algo exclusivo del bilingüismo –tal como ya le indiqué en uno de mis comentarios en otra entrada del blog-, y comienza en cualquier centro educativo ya desde el mismo momento en que hay aprobados y suspensos entre los alumnos, desde el momento en que unos profesores escogen asignaturas de Bachillerato y otros se ven obligados a lidiar con los cursos inferiores de la ESO, o desde el momento en que unos profesores tienen mejores horarios que otros.
Reconozco, y ahí estoy de acuerdo con usted, en que para solucionar una discusión o debate en que uno está implicado lo mejor es que los demás acepten que lo que yo digo es cierto, o después ya que argumenten contra mi tesis de forma convincente. ¡Hombre, Sr. Carlos! ¡Eso no puede decirlo usted!
El bilingüismo es una oferta, no una obligación, que se hace a los alumnos que lo desean, y a nadie se le pone una pistola para que lo escoja. Los que no quieran darlo no están obligados a hacerlo, pero no se les niega esa oportunidad. Es más, si el bilingüismo estuviese bien implantado, habría que ponerlo también en los cursos del Bachillerato… ¿Por qué no se hace? Yo tengo mi propia teoría.
Por otro lado, las dos horas de reducción horaria derivan de que se considera que los que imparten en bilingüe dedican un tiempo extra a preparar sus clases en otro idioma, lo que es verdad. La discriminación de la que habla para mí no es tal, y, si lo fuera, lo sería también la reducción horaria por otras cuestiones, que creo que no hace falta que le especifique.
El inglés y la enseñanza en inglés son, nos guste o no, el futuro, y esto continúa o, como dijo según la tradición Galileo ante el tribual inquisitorial cuando fue obligado a retractarse de sus teorías heliocéntricas, "Eppur si muove".
Y con respecto a la del cumplimiento siempre de las leyes y la órdenes emanadas de un gobierno, tanto en una democracia como en una dictadura, hay que tener también cuidado con esto, porque piense que durante el nazismo las leyes y las órdenes también estaban ahí para que la gente las cumpliese en Alemania, y ya conocemos todos lo que trajeron consigo éstas.
Que las leyes salgan de un Estado, aunque sea éste democrático, no implica que esas leyes sean siempre necesariamente correctas ni éticamente aceptables: piense, por ejemplo, en el debate sobre el aborto.
¡Un saludo!
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