Se cuenta que en nuestro
instituto hubo una vez un inspector que decubrió una clase en
la que un profesor sufría la grave indisciplina de sus alumnos, a quienes no era capaz de controlar. La reacción
de la experimentada autoridad educativa no consistió en
abroncar al profesor con problemas y sí en la reunión
de los cargos directivos a los que se echó en cara su
inhibición y la falta de un apoyo necesario para resolver la
cuestión. La moraleja de esta historia insiste en que los
problemas individuales de disciplina no son sólo problemas
individuales, porque son, también y sobre todo, problemas
colectivos.
Los problemas de
disciplina se concentran en determinados tipos de clases (con mucha
frecuencia en los grupos no bilingües con especial proporción
de repetidores) y en algunos profesores. En mayor o menor grado todos
sufrimos de ellos para conseguir dirigir nuestras clases, como es
nuestra obligación, pero algunos los sufrimos (me incluyo) de
forma más intensa. El sistema se rompe siempre por el lado más
débil, y nuestra responsabilidad es reforzar esas debilidades
para que el sistema resista. A mi modo de ver, tolerar el desafío
de las normas no es la solución al problema. Todo lo
contrario. La norma debe de respetarse a toda costa. La norma es
común, por eso es responsabilidad de todos coordinar el
procedimiento disciplinario que intente impedir o cambiar los
comportamientos negativos. Para ello se debe de hablar, especialmente
entre las autoridades y los profesores de los grupos más
conflictivos. Hay que saber qué es lo que se puede hacer para
no tener que tolerar que un alumno no traiga libros, lápiz o
cuadernos a clase, o se levante o coma o hable sin pedir permiso, o cuáles son los límites de una vestimenta indecorosa... Tambien se podría plantear el posible recurso a la
intervención de los profesores de guardia en un aula para
alumnos expulsados en la que se imponga un trabajo obligatorio que
redime, si se cumple, o que incrementa la sanción, si no se
cumple, y discutir sobre los castigos en los recreos y sobre la
necesaria intervención de los jefes de estudios y de la
dirección. Otro tema sería el de los problemas
disciplinarios en las actividades extraescolares de varios días
de duración, para poder impedir que por las noches no se
duerma en las habitaciones y para que al día siguiente la
gente esté en condiciones de atender a los objetivos de cada
excursión.
No hacerlo sería
dejar de abordar los problemas reales más importantes que
tenemos, y abundar en la falsa propaganda de que todo marcha bien, a
pesar de que el sistema se sigue degradando.
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