sábado, 15 de diciembre de 2012

Dos errores de la ley Wert

Carlos Rodríguez Mayo
Leo con alarma el borrador de la ley Wert.
Lo que primero llama mi atención es que hay sólo una leve mención al problema fundamental de nuestra enseñanza, ese que yo no dejo de resaltar en estas páginas, el de la falta de un sistema disciplinario capaz de convencer a muchos alumnos de que es su obligación esforzarse. De esto no se suele escribir, aunque es un cotilleo recurrente, porque está muy instalada la falacia de que aprender es divertido, de lo que se deduce que, si los chicos no quieren aprender, es tan sólo un problema del profesor, que no tiene encanto, que no tiene interés, que no arrastra a sus alumnos hacia ese saber que tanto desean... Sin embargo los profesionales de la educación nos encontramos cada día con una proporción no despreciable de alumnos que no trae nunca el libro y el cuaderno, que no quiere hacer nada que no sea interrumpir la dinámica normal de cada clase. Eso merece alguna reflexión por parte del legislador que vaya más allá del valor probatorio de las observaciones disciplinarias realizadas por los profesores. Y es que la base del deterioro de nuestra enseñanza y del descenso comparativo en el saber de nuestro jóvenes está ahí, en la inexistencia de elementos de presión para incentivar el trabajo y para corregir los comportamientos negativos de nuestros alumnos. Aunque ya he hablado largo y tendido al respecto, me comprometo a tratar sobre ésto en próximos artículos.    
También llama mi atención el hecho de que se mantenga entre los cuatro Bachilleratos de dos años, (prometieron que el bachillerato iba a ser de tres años) uno de Ciencias Sociales que se puede cursar sin estudiar ninguna Ciencia Social en el primer curso. En la mayor parte de los tratados de Epistemología se entiende que son Ciencias Sociales la Geografía, la Historia, la Economía, etc., pues bien, ninguna de ellas es troncal, es decir obligatoria. Además, entre las no obligatorias aparecen Ciencias no Sociales en suficiente número como para poder pasar por este curso sin rozarse con las asignaturas que lo designan. En consecuencia es perfectamente posible, de acuerdo con el borrador, que se curse un 1º de bachillerato de "Ciencias Sociales" estudiando Lengua, Matemáticas, Filosofía, Lengua extranjera (obligatorias) y Literatura y Griego (optativas). ¿Encuentran alguna Ciencia Social en este Primero? Pues no, no hay ninguna...
En conclusión, según el borrador de la ley Wert, una buena manera (o al menos admisible) de saber Ciencias Sociales es no estudiar Ciencias Sociales... Sobran los comentarios...

viernes, 14 de diciembre de 2012

Los exámenes extraordinarios en Septiembre

Carlos Rodríguez Mayo
Después de casi año y medio de gobierno, el Consejero de Educación de Cantabria ha llegado a la conclusión de que es mejor poner los exámenes extraordinarios en septiembre, como siempre.
Los socialistas, haciendo gala de un desprecio olímpico por los efectos de sus decisiones, cambiaron estos exámenes al mes de Junio, provocando un enorme problema a los profesores y a los alumnos en la segunda semana de Junio. En los años de aplicación de este esperpéntico experimento que permitía aprobar en dos semanas las asignaturas que se habían suspendido en un proceso de evaluación continua durante todo el curso, los profesores se quejaron de la enorme contradicción que ello suponía. Pocos sacaron, sin embargo, la cuestión al patio público, ¿para qué buscarse problemas? Algunos aceptaron como bueno el argumento falaz de que todo se hacía en beneficio de los alumnos pobres que no podían pagarse una academia en los meses de verano, y el asunto siguió hasta hoy sin resolverse.
Siendo tan fácil de entender el grueso error que suponía el mantenimiento de los exámenes extraordinarios en Junio y el apoyo mayoritario que tendría devolverlos a septiembre, no se entiende la tardanza en decidir de un Consejero que no fue lento en conceder un concierto al Torrevelo. ¿A qué esperaba? ¿Por qué no lo hizo antes? ¿Por qué ahora, casi mediado el curso? No sabemos. Lo importante, sin embargo, es que por fin se termina con una de las más gruesas vergüenzas de nuestro sistema, porque ya no será necesario caer en contadicciones como la de que es obligatoria la asistencia a clase durante todo el calendario lectivo, aunque los que en Junio, después de la evaluación ordinaria, ya tengan tengan aprobadas todas las asignaturas... Ejem... Me da la tos...

lunes, 10 de diciembre de 2012

Religión y Alternativa

Carlos Rodríguez Mayo
Buscando mi propio camino entre las improvisaciones arbitrarias del director, como comentaba la semana pasada, y la complacencia con el sistema educativo que se deduce de la política de la izquierda actual, me topo de nuevo con la ley Wert y con la creación de una asignatura alternativa a la Religión.
La Religión fue y sigue siendo una asignatura extraña, porque los obispos tenían y tienen la capacidad de elegir su contenido y a sus profesores, que por lo tanto no son nunca funcionarios, y porque la fe es algo que no se aprende. Dice Wert que se debe ofrecer una asignatura optativa a la religión para cumplir los acuerdos con la Santa Sede. Con ello se intenta vender el Concordato como un acuerdo diplomático, de política exterior, cuando en realidad no es más que la manifestación política de la influencia de la Iglesia interior en el estado.
Entonces ustedes dirán, ¿para qué? ¿Por qué inventar algo que no existe? Discutir este asunto merece una explicación que, aunque es de sobra conocida, no conozco de ningún lugar en donde haya sido escrita y denunciada. Por eso, si me lo permiten, lo voy a hacer ahora.
Empecemos por decir que la izquierda, que se ufana de ser laica, ha mantenido durante décadas de gobierno la asignatura, jugando así con la diplomacia de los curas. Sin embargo, esta misma izquierda, intentando neutralizar la influencia de los nuevos profesores de religión, jóvenes, dinámicos y dispuestos a exigir poco y poner notas muy altas, inventó como respuesta los "Estudios dirigidos" en los que nadie estudiaba porque no eran evaluables, con los que se rellenaba el horario lectivo de los alumnos que no quisieran cursar la asignatura de la Conferencia Episcopal. El resultado fue un éxito. La mayor parte de los alumnos dejaron al Religión y se pasaron al Estudio Dirigido y en esas nos encontramos.
¿Qué resulta de esta historia? Pues resulta un gran fracaso. No seré yo el que defienda a la asignatura que está en el origen del problema, porque los saberes de la fe, según mi modesto parecer, deberían enseñarse libremente en las iglesias y no en los centros públicos. Sin embargo, tampoco seré yo quien defienda esa ridícula hora semanal perdida. En una enseñanza pública de calidad no se puede consentir que se instituya una hora en blanco, una hora que se pierde miserablemente, cuando tanto hay que enseñar y que aprender. Bienvenida sea, por lo tanto, la nueva asignatura. Supongo que se vinculará su existencia con la alternativa "Constitucional" a la vilipendiada "Ciudadanía" y que esto servirá para un rearme democrático de nuestros jóvenes o al menos para que no puedan decir, cuando crezcan, que perdieron el tiempo aquí con nuestra complacencia.  

Papel mojado

Carlos Rodríguez Mayo
Leo los textos que dedican los periódicos a la reforma de Wert y compruebo que el centro del debate se sitúa en el castellano y en la defensa de la Lengua Castellana en Cataluña. Estoy con los argumentos del Ministro, porque el castellano es nuestra lengua oficial, pero también es verdad que para eso no hacía falta promulgar una ley nueva. Hubiera bastado que el PP hubiese apoyado el recurso de inconstitucionalidad contra la ley catalana de Política Lingüistíca, cosa que no hizo en 1998, u obligar a la Generalitat a que  ejecute las sentencias del supremo y del TSJ de Cataluña al respecto. En un país serio, las sentencias se ejecutan de inmediato porque la ley así lo exige. En España, sin embargo, no se cumplen las leyes ni las sentencias, si al poder no le interesa.    

domingo, 2 de diciembre de 2012

A la espera de las actas de las elecciones al C.E.

Carlos Rodríguez Mayo
Cuando el pasado jueves le pedí los resultados de las votaciones de los distintos estamentos representados en el Consejo Escolar, el Señor Director se negó a entregarme las actas. Conociendo que mi objetivo era publicarlos en este blog, me dijo que no estaba convencido de que ésto fuera legal.  Yo le dije que comprendía que hubiera cosas que merecieran el secreto o la discreción pero que no creía que éste fuera el caso, que acababa de publicar los resultados de las elecciones del sector de los profesores, que él mismo había mandado colgar en el tablón de la sala y que lo hice convencido de que los datos eran públicos, primero porque nuestra constitución protege la libertad de expresión y segundo porque conozco que su límite es el derecho al honor de las personas, lo que en este caso no se encuentra en absoluto amenazado. Además, ante el argumento de que una cosa es internet y otra el tablón de anuncios, le dije que creía haber visto en más de una página web de instituto los nombres de los componentes de su Consejo Escolar, al igual que el de los miembros de los Claustros de profesores, de manera que no tenía sentido someter a restricciones el uso de los datos solicitados y menos en un blog como éste, con un número de entradas limitado y concentrado en el medio local.
Mi intención, en realidad, iba aún más allá de publicar los datos. Además pretendía realizar una valoración que resaltara la división interna de un Claustro, el nuestro, que cuenta con ella como uno de los rasgos de su dinámica normal en los últimos años. Pretendía contrastar los resultados de la candidata de los PAS (el 100% de los votos emitidos) con los del Claustro de profesores, en donde la votación máxima es de justo la mitad del censo electoral (27 de 55), y de poco más de la mitad de los votos emitidos (25 de 51) en todos los candidatos elegidos. Pero también quería decir que la oposición, uniformada de verde, no había presentado a ningún candidato esta vez (lo cual es también preocupante) y que, por eso, no estaba contento con los resultados.
Sin embargo, lo sucedido ha hecho que las ideas del párrafo anterior hayan perdido toda importancia para mi. La actitud del director y la inhibición de mis compañeros me deja tristemente en la estacada. Es por eso que ahora os demando respuestas... ¿Merece la pena contar qué es lo que pasa o es mejor dejar que el que manda diga todo lo que quiera en nuestro nombre? Quisiera saber si es un valor la transparencia, si se puede escribir lo que se piensa sin insultar, con moderación y responsabilidad y con el apoyo de nuestro nombre y apellidos, después de reflexionar en las implicaciones de lo que se dice, o si es mejor cotillear en algún bar o invadir internet de comentarios despreciativos y anónimos, ¿quisiera saber qué tipo de democracia queremos y qué estamos dispuestos a hacer para conseguirlo? ¿Merece la pena publicar aquí las actas con los resultados de las votaciones de las APAS, de los alumnos y los PAS?
Como ya se dijo en su primer artículo, los objetivos de este blog van más allá de enseñar a escribir a los alumnos. Con él se pretende prestar, además, un servicio importante a la democracia real del instituto. Si algo he aprendido en este tiempo es que la democracia se conquista o se pierde con lo que decidimos hacer todos los días. Contestadme, por favor, para ver si este edificio se mantiene.