sábado, 2 de noviembre de 2013

La religión en los institutos

Carlos Rodríguez Mayo
Vaya por delante que el que parezca centrarse el debate sobre la nueva ley en torno a la presencia de "la religión" en los centros educativos me parece una falta de respeto a los que vivimos de esto, porque con ello los medios de comunicación se olvidan de los muchos problemas reales que padecemos y se concentra el objetivo de la cámara en un tema profesionalmente secundario. Tenemos una mala educación por muchas razones. La falta de incentivos para el esfuerzo personal y un sistema de disciplina cuajado de garantías para el alumno, que pone entre interrogación la acción disciplinaria del profesor, son a mi modo de ver las causas básicas. El problema más gordo, por lo tanto, no está en la presencia de esta asignatura en el curriculum. Sin embargo, a mi pesar, voy a dejarme llevar por el debate y voy a hablar de "la religión". 
Yo soy partidario de una enseñanza laica en la que todo lo relativo a las creencias se sitúe fuera de los centros, de manera que, si pudiera, votaría para que la religión desapareciera de las aulas y para que la jerarquía eclesiástica, que yo no he votado, no siga eligiendo a ninguno de mis compañeros. No dejo de reconocer, sin embargo, que valoro de forma muy positiva la actitud y la capacidad de los profesores de religión que he conocido y que me parece una locura la discusión sobre si la materia debe ser o no evaluable o si se debe de respetar un espacio de tiempo sin clase para los alumnos que no la cursen (eso a lo que Wert llama asignatura "espejo"). Desde mi punto de vista, la religión produce mucho más daño con esa alternativa insufrible, en la que no se puede dar clase de nada, que con la propia asignatura, que no es mala en sí misma, aunque ocupa un espacio de tiempo semanal.
Pediría, por lo tanto, lo que casi siempre pido. Un poco de diálogo y de comprensión, algo que mire de frente a los verdaderos problemas de las aulas y deje de enfrentar a la población con problemas ideológicos residuales como éste. Entiendo la fuerza del voto demócrata cristiano y la necesidad de satisfacer al enorme poder de la iglesia en la enseñanza, pero creo que eso no obliga a gobernar siguiendo su dictado. Los centros religiosos tienen todas las facilidades para enseñar y promover la religión. Nadie se niega a que lo hagan. En los centros públicos, por el contrario, si los políticos fueran más flexibles y buscasen de verdad un pacto hacia el futuro, bastaría con que hubiera en todos los niveles una optativa evaluable, llamada religión, que explicase moral cristiana e historia sagrada. Una asignatura interesante que yo animaría a elegir, incluso a los no creyentes, para que se entienda mejor la cultura de este país.

jueves, 31 de octubre de 2013

Evaluar en día de huelga

Carlos Rodríguez Mayo
Me envían un escrito dos alumnos muy enfadados por un caso muy frecuente. Dicen que en algunas clases se han planteado ejercicios o trabajos el día de la huelga y que su profesor pretende tenerlos en cuenta en la primera evaluación, perjudicando con ello a los alumnos ausentes. 
Como el texto no tenía una ortografía aceptable, he decidido no publicar estos escritos pero sí que quiero contestarlos para intentar enfrentar su punto de vista. Su idea, cuyo origen reconozco en la prohibición de los exámenes que hizo el Señor Director el curso pasado, implica que los profesores no huelguistas deberían adoptar una posición neutral consistente en no avanzar materia ni evaluar. Sin embargo, esta no es mi opinión. Para mi resulta evidente que la decisión de cada cual implica una distinta posición política y que, lo mismo que se entiende que los huelguistas puedan intentar favorecer la huelga, se puede entender que haya profesores no huelguistas que no la favorezcan. Aunque la neutralidad es una opción posible, se puede ser también beligerante en contra de la huelga y no ser necesariamente neutral. Es más, si como alumno o como profesor sólo cabe venir o no venir a clase, me parece que la posición de cada uno puede ser más o menos radical, pero nunca será totalmente neutral.  
Sobre la ley, os repetiré nuevamente que el derecho de huelga no existe para la población estudiantil. Según la ley vigente sólo existe el derecho a no asistir a clase para el caso de que se produzca un proceso de reunión de los grupos en el que se plantee el tema de la convocatoria y se vote, dado que lo que de hecho se reconoce es el derecho de reunión.
Además debéis saber que el derecho de huelga se reconoce en la Constitución a los asalariados. Estos, los profesores por ejemplo, tienen derecho a hacerla, pero también a no hacerla. Los que la hacen pagan su inasistencia con la pérdida de sus emolumentos y los que no la hacen están obligados por la ley y por la lógica a trabajar, es decir, a dar clase. Los alumnos asistentes tienen todo el derecho a su clase (para eso vienen) y a que se les evalúe, según el principio de evaluación continua, de manera que es normal que, si se ha fijado previamente un examen o si se ha realizado una actividad, se recoja lo producido para luego ser valorado. Yo suelo hacerlo porque creo que así tiene que ser. Otra cosa es la trascendencia que se deba dar al trabajo o al examen que se realice y la posibilidad que se ofrezca a los huelguistas de realizar ese mismo ejercicio u otro distinto que equilibre su esfuerzo con el de los no huelguistas. Creo que, por respeto a la huelga, el peso de a las actividades del día debe ser moderado y nunca definitivo, pero también creo en que, si se hacen, hay que valorar lo producido para que quede huella del trabajo efectivo y honrado de los profesores y de los alumnos, un trabajo importante y necesario, también en día de huelga, que se debe valorar porque los que lo hacen no están en huelga y tienen derecho a ello.
Creo, para terminar, que mi opinión no es mayoritaria. Otros profesores piensan lo contrario, preguntadles, pero os ruego que no confundáis vuestro interés y el suyo con la racionalidad laboral del comportamiento de los no huelguistas. Si hay libertad, la libertad es para todos. Tus derechos llegan sólo hasta el lugar en que entran en conflicto con otros derechos y responsabilidades. Esto mismo se lo dije al Señor Director, cuando la famosa prohibición, y os lo digo ahora a vosotros, porque me habéis preguntado: Los profesores que no hacen huelga no sólo tienen derecho a evaluar, tienen que hacerlo.

jueves, 24 de octubre de 2013

Triunfó la huelga, como siempre.

Carlos Rodríguez Mayo
Hoy estaba cantado que el instituto estaría más vacío, porque las huelgas del Sindicato de Estudiantes suelen provocar una contaminación de la inasistencia de los alumnos, y en efecto es eso lo que ha sucedido. Por ejemplo, si el martes vinieron a mi clase todos los alumnos de 2º de bachillerato menos dos, hoy jueves ya sólo han venido dos de ellos. Por el contrario, cumpliendo con la teoría, los cursos que no vinieron el martes y el miércoles (como mi primero de bachº), siguieron hoy de vacaciones. Además, como era de esperar, los profesores se han dividido entre los que apoyaban la huelga y los que hemos venido a clase. En resumen, una historia que resulta conocida. Una canción que se canta en los medios de comunicación año tras año, que interpretan con tono monocorde los líderes sindicales y que acompañan profesores y alumnos en manifestaciones más o menos ruidosas que duran quince segundos en los telediarios.
Todo eso ya pasó, sin pena ni gloria. Es una vieja y triste historia que parece venir bien a todos, salvo a los que pagan con el descuento de su salario... Bien, no seré yo quien defienda a un ministerio que reduce la paga a los profesores que están bajo su directa responsabilidad, mientras se gasta los jayeres en subvencionar a la enseñanza concertada, pero tampoco me pondré del lado de los que con su gasto descontrolado nos han llevado hasta aquí. Ambas partes deberían obligarse a un acuerdo en lo básico por el bien del país. Sin embargo parece que lo que sucede es todo lo contrario. Vivimos en una época sin diálogo. Después de la transición, todos los pactos políticos se han ido rompiendo. Se habla incluso de cambiar la constitución... Esto no es bueno. Porque la estabilidad es un bien irrenunciable, una ley educativa nunca debería ser impuesta. El consenso no es difícil si se persigue con honestidad e interés. Después de todo, la nueva ley de Wert no se diferencia en mucho de la de Gabilondo. Sin consenso las leyes pierden perstigio y sin ley no hay democracia. 

viernes, 18 de octubre de 2013

La huelga que viene

Carlos Rodríguez Mayo
Para protestar contra la reforma educativa, la subida de tasas de las matrículas universitarias y los "recortes" en becas, la Plataforma por la Enseñanza Pública propone una huelga de profesores, padres y alumnos el próximo día 24 de octubre. Con los mismos objetivos, el Sindicato de Estudiantes, que en agosto había convocado a su sector para los días 21,22 y 23, decidió mover las fechas para coincidir con la plataforma, de manera que, al final, promueve la protesta en los días que van del 22 al 24. (Se piden disculpas por el error en las fechas, ahora subsanado, que ha estado colgado los días 18,19 y 20 en este blog).
En un país serio, entretanto llega el día 22, habría asambleas, debates y discusiones, y se habría intentado diferenciar la movilización de los profesores de la de los alumnos, por cuanto que resulta tan absurdo hacerlas coincidir como declarar una huelga de transporte en el centro de Canadá en pleno mes de enero, cuando todas la carreteras y vías férreas están cerradas por la nieve. En España, sin embargo, no habrá nada parecido a una franca reflexión acerca de lo que sucede, porque para los alumnos el motivo de la huelga es lo de menos. Lo sabemos por experiencia, los muchachos no vendrán al instituto. En la práctica, la presunta "huelga" funciona como la típica semana de novillos del Sindicato de Estudiantes y a casi nadie le importan sus razones. La huelga es algo que se da por hecho en cuanto aparece publicada en el periódico. Si hay convocatoria, nunca hay clase, y más si la interpretación que hace el director de la ley reguladora impide hacer exámenes, aconseja no avanzar materia y garantiza que no se comunicarán las faltas ni se sancionará la inasistencia. Por lo tanto, si está cantado que del 22 al 24 no habrá clase, la convocatoria triunfará sin necesidad de que toda la marea verde de profesores se ponga también en huelga. Se potenciará de este modo una forma peculiar de apoyar la movilización. Es el caso de los que asisten al colegio o instituto por la mañana y después, por la tarde, acuden a la manifestación. Sin mayores problemas que los normales en los números del banco, siempre resulta agradable volver a ver a los antiguos compañeros y cambiar impresiones acerca de los efectos de la crisis.

martes, 15 de octubre de 2013

¿Para cuándo el "mea culpa"?

Carlos Rodríguez Mayo
En el semanal del Diario Montañés del pasado domingo, Juan Manuel de Prada expresaba con claridad meridiana una idea que yo llevo intentando explicar ya varios años. La idea del novelista incluye una valoración más radicalmente negativa que la mía cuando califica a nuestro "falso bilingüismo" de "pandemonium grotesco", pero coincide conmigo en el diagnóstico y en el concepto, porque sabe que se trata de intentar una discutible o imperceptible mejora en el aprendizaje del inglés a costa del hundimiento de las materias que dejan de enseñarse en castellano. En un mundo como el nuestro en el que sólo se habla de lo que les interesa al PSOE y al PP, decir ésto denota valentía, aunque en realidad no supone un gran descubrimiento. En efecto, esta idea aparentemente novedosa es algo que las autoridades ya sabían. Estoy seguro de que cuando en 2011 Mario Bedera dijo "El bilingüismo no funciona", el Secretario de Educación del PSOE tenía información más que suficiente para lanzar semejante titular. Sin embargo, en vez de ser transparente e intentar desmontar el monstruo que su gobierno había puesto en marcha, prefirió callarse y maniobrar, sin asumir ningún tipo de responsabilidad en el entuerto. Lo mismo digo del Partido Popular y de la opinión al respecto de los nuevos responsables del Ministerio. También ellos lo saben, pero tampoco lo dicen porque prefieren utilizar la rentabilidad electoral de la palabra. Así, mientras ambos partidos ocultan sus vergüenzas, nuestro falso bilingüismo continúa su trayecto y sigue produciendo los indeseables efectos discriminatorios que he intentado precisar en anteriores artículos.
Hoy en día, cuando algunos directores, como Javier, abandonan el barco y dejan sin control (en 1º de la ESO no se ha respetado el límite de alumnos marcado) este inservible montaje a la deriva, resulta necesario pedir transparencia y solicitar una evaluación seria que compare los resultados de centros bilingües y no bilingües (tanto en inglés como en las asignaturas implicadas en el PPLE). Asi se podría demostrar que este falso bilingüismo no merece la pena. De este modo, se podría empezar a exterminar a este monstruo que tanto dinero gasta y tanto malestar produce.
Además haría falta otra importante condición: La del cambio de la posición política del PSOE y de los sindicatos. Nuestra izquierda, que no tiene inconveniente en aliarse con los nacionalistas en Baleares, no repite en la península lo que dice en las islas sobre la enseñanza del inglés por profesores de otras cosas. Al respecto diré que, aunque he leído en el blog de la Educación Pública de Camargo un artículo dirigido contra Javier, nuestro director, no he visto ningún movimiento que permita interpretar que se vaya a combatir al bilingüismo. Falta un mensaje claro de la ejecutiva del partido o una opinión crítica de alguna mente con prestigio en el País o en la cadena Ser. Nada de eso se ha producido todavía. Mientras tanto, como en Falange, prietas las filas. Aunque en la sala de profesores cada vez se oyen más comentarios negativos de la gente que ha visto crecer la hidra a su alrededor, el bilingüismo aún no es un mal. Al parecer, no ha llegado el momento, todavía, de utilizar la fuerza de la razón para interpretar la realidad y cambiar por fin el disco.

miércoles, 2 de octubre de 2013

El inglés en la ley Wert

Carlos Rodríguez Mayo
La admisión de un número superior al de las plazas bilingües que nuestro centro ofertaba en 1º de la ESO y el uso que del inglés hace el decreto trilingüe de Baleares marcan las líneas del futuro de las enseñanzas de la ESO en España, por cuanto el Partido Popular, que gobierna en ambas autonomías, ha apostado claramente por este mal bilingüismo que padecemos en el que lo peor sucede en las asignaturas que se imparten en un idioma que los alumnos no conocen suficientemente. Entre el bilingüismo insular y el nuestro yo prefiero el balear que, al menos, es para todos y no discrimina a los alumnos. Sin embargo, no apoyaría a ninguno de los dos, porque ambos padecen de lo mismo, es decir, de la discriminación que se produce sobre los profesores no bilingües a quienes se presiona y se tienta para que se reconviertan y asuman las nuevas enseñanzas en inglés, con lo que se minimiza de hecho el valor formativo y profesional que tienen sus asignaturas. 
Frente a ambos bilingüismos del PSOE y del PP, ya lo he dicho muchas veces, la mejor alternativa, la que no crea discriminación y es seguro que resultaría más eficaz es la más sencilla. Consistiría en incrementar el horario de inglés con profesorado de éste idioma en toda España. Ahora que la ley Wert está en el Parlamento es el momento de hacerlo. ¿Por qué nadie lo ha propuesto? ¿Qué pasa en este país?

Humo en el recreo

Sergio Zuría Martín
Esl día 27 del mes pasado, a las 10:15, en el IES Ría del Carmen ha ocurrido un suceso inusual. Un incendio que ha tenido lugar en el callejón de entrada a los institutos, concretamente en la zona reservada a los contenedores, situada a pocos pasos de la puerta de acceso a ambos recintos.
El incendio de uno de los contenedores provocó un revuelo en torno a las vallas de nuestro instituto, dado que los alumnos que salían al recreo, vieron una columna de humo negro y un fuego de unos dos metros de altura. Al parecer las llamas se hicieron más y más intensas, hasta el punto de que ambos centros llamaron a los bomberos, debido al riesgo que corrían los coches aparcados alrededor y las personas que miraban. Además, según mi punto de vista, un contenedor no puede quemarse tan rápido como éste lo hizo. Algo debía de tener, además de la basura, para producir tantas y tan abundantes llamas.
Por el momento se desconoce a día de hoy el motivo y el autor de dicha fechoría. Se han barajado varios nombres, pero su culpabilidad no se ha demostrado. En cuanto a los motivos, yo pienso que todo el asunto no es más que una broma pesada que no debe volver a suceder.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Un incendio en la puerta del instituto

Daniel Ivars Saiz
El día 27 de septiembre, al comienzo del primer recreo, sobre las 10:10, vimos desde la ventana que una gran cantidad de alumnos del Ría del Carmen salían corriendo hacia la puerta. ¿La razón? Uno de los contenedores estaba ardiendo. Las llamas alcanzaron una altura aproximada de 3 metros. Por suerte los bomberos no tardaron mucho en apagar el incendio con lo que no se causaron daños a los coches ni a los otros contenedores. Tampoco hubo daños para los alumnos del "Valle de Camargo", que tienen libertad para salir durante los recreos y que estaban muy cerca cuando todo ocurrió. 
Por el momento, no conocemos ni el nombre del autor ni las verdaderas causas del incidente, pero hay razones para pensar que el fuego ha sido intencionado, pues un cubo de ese tamaño necesita mucho más que un cigarro mal apagado para provocar un incendio de ese nivel con tanta rapidez. 
Hoy lunes, cuando ya está todo apagado me asaltan algunas preguntas: Primero: ¿Qué impulsó al supuesto autor, en el caso de que lo hubiera, a hacer semejante gamberrada? Segundo: ¿Tuvo algo que ver el horario? ¿Por qué se produjo justo en el momento en el que los alumnos del Valle y del Ría coincidíamos en el recreo? 
Sea quién sea el autor y sus razones, lo único que para mi debe quedar claro es que no se pueden admitir actos como éste.

De qué se mancha el color verde de la huelga

Carlos Rodríguez Mayo
En el telediario de ayer domingo, asistimos a una manifestación verde en Baleares que mancha los rasgos de la movilización de la enseñanza pública contra los recortes del gobierno porque mezcla en la ensalada de sus reivindicaciones la protección de los intereses de la mesocracia local catalanista en los centros de enseñanza de las islas. Según los convocantes de la huelga indefinida lo que se pretende es cambiar el decreto del “trilingüismo” del gobierno autónomo popular, lo que en otras palabras quiere decir que se intenta conservar el estatus actual, conseguido a través de las prebendas obtenidas durante los gobiernos de la izquierda a costa del derecho al uso de la lengua castellana como lengua vehicular en sus territorios, y oponerse también a la fórmula de promoción del uso del inglés, argumentando que el profesorado no está preparado para impartir clases en la lengua anglosajona o que para los alumnos es muy difícil aprender en un idioma que no dominan, es decir, abundando en los mismos argumentos que durante años he expresado yo en este blog sin recibir nunca su apoyo.
Bienvenido sea, por lo tanto, el giro de la izquierda y de los sindicatos para situarse ahora en contra de un bilingüismo que hasta ayer apoyaban por obra u omisión, aunque espero también que su crítica sea más visceral y consecuente cuando el bilingüismo-trilingüismo discrimine a los alumnos (cosa que no sucede en el trilingüismo insular, que es para todos, y sí en nuestro mal bilingüismo peninsular, contra el que sigo argumentando, que es optativo).
Para terminar quisiera dejar claro que, en adelante, el color verde contra los recortes es también el de los catalanistas y demás nacionalistas que siguen aplicando, con el respaldo de los sindicatos de izquierda y con un enorme fondo de huelga de más de 100.000 euros, la fórmula insolidaria de que “lo mío es mío (mi plaza en catalán) y lo de los demás (en castellano) a medias”.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Por un apoyo al aprendizaje de lenguas extranjeras que no discrimine

Carlos Rodríguez Mayo
¿Existe una posible enseñanza de calidad de inglés o francés que no discrimine? Claro, evidentemente. Si lo que se quiere es enseñar estas lenguas, lo mejor es utilizar profesores de inglés o de francés (no profesores de geografía o de matemáticas). 
Son los profesores de inglés y de francés los que han demostrado su mérito y capacidad con la titulación especializada para enseñar su materia o con sus difíciles oposiciones. Por lo tanto, si se quiere mejorar el conocimiento de los españolitos en idioma extranjero, la directa es aumentar el horario de inglés y de francés, bien con carácter obligatorio o bien con carácter optativo. El asunto es así de sencillo. No hacen falta grandes líos organizativos, no hace falta estropear el aprendizaje de asignaturas que se imparten en otro idioma. Sólo hace falta utilizar ese sentido común que, según dice el proverbio, es el menos común de los sentidos.

El bilingüismo que discrimina a los profesores

Carlos Rodríguez Mayo
Si ayer hablaba del bilingüismo que discrimina a los alumnos, hoy quiero hablar del bilingüismo que discrimina a los profesores.
Según mi punto de vista son tres razones distintas las que establecen esta discriminación:
La primera es la reducción de una o dos horas semanales que reciben los profesores bilingües, partiendo de la discutible premisa que justifica que estos necesitan más tiempo para la preparación de sus clases.
La segunda, que es la más importante a mi modo de ver, es la que se deduce de la discriminación previa de los alumnos y consiste en que los profesores bilingües dan clase a los alumnos más competentes.
La tercera es que, para favorecer su política, los altos cargos de la administración del PSOE de Cantabria, en el transcurso de los últimos meses en que mandaron en la región, dieron un perfil bilingüe (en inglés, francés e, incluso, italiano o alemán) a algunas plazas ya existentes, de manera que, cuando salieron al concurso de traslados, se redujeron sustancialmente los derechos de movilidad de los distintos cuerpos docentes.

domingo, 15 de septiembre de 2013

El bilingüismo que discrimina a los alumnos

Carlos Rodríguez Mayo
En mi anterior artículo, del mes de Junio, hablaba de la dinámica discriminatoria que pone en marcha nuestro mal bilingüismo y de la actuación de cada uno de sus agentes. Si hubiera que ser más explícito al respecto, diría lo siguiente:
Por un lado, los alumnos bilingües se sienten valorados y mejores por estar en estos grupos. Su entrada en ellos es un timbre de gloria, pues no hay plazas para todos. Por eso algunos centros hacen exámenes para acceder a las plazas bilingües, y por eso muchos de los alumnos no bilingües se sienten marginados en unos grupos que se definen esencialmente por ser peores en comportamiento y por padecer de un índice de fracaso mucho más elevado. Por otro lado, los padres actúan en el mismo sentido. Los de los bilingües suelen estar más satisfechos, pues los alumnos sacan mejores resultados, mientras los problemas, que se concentran entre los no bilingües, dan lugar a un mayor descontento entre los padres de éstos. Por su parte, los equipos directivos y los profesores utilizan el bilingüismo como medio para obtener más y mejores alumnos en una época de vacas flacas, aprovechando la propaganda de los dos partidos mayoritarios (PP y PSOE).
En toda esta dinámica, se asume como principio el que el bilingüismo es algo difícil, algo para lo que hay que estar preparado, algo que no está al alcance de todos, como si saber inglés o francés fuera más difícil que saber matemáticas o historia o como si, además, de aquellos necesitasen más los más competentes y de éstas -que son justo las que se explican en inglés en nuestro centro y con libros más delgados- mucho menos. El dominio de los idiomas, sin embargo, es un conocimiento tan útil para un médico como para un albañil o un cerrajero, porque saber otro idioma es algo que sirve a todos y que no tiene sentido limitar, y menos con pruebas que discriminan según la capacidad, como se hace en muchos centros.
Frente a este bilingüismo discriminatorio, los partidos y las distintas fuerzas sociales, como los sindicatos, deberían haber protestado, pero han preferido callarse. Los marxistas, esos que entienden que el motor de la historia es la lucha de dos clases enfrentadas, no han querido ver la dualidad que separa ya en la ESO a los niños, según su capacidad, a causa de nuestro mal bilingüismo. Los liberales, esos que atacan los privilegios y defienden el principio de igualdad, tampoco ven aquí discriminación... Pues bien, a mi modo de ver, la discriminación es innegable. Basta contemplar la % de aprobados o entrar sucesivamente en los dos tipos de aula para verlo. Si añadiésemos estadísticas de problemas familiares (% de padres separados, por ejemplo), de inmigrantes, de cualificación profesional de los padres, todas redundarían en ello. Sin embargo, los estudios no se hacen, no interesa, y la discriminación se mantiene o crece, a medida que nuestro mal bilingüismo se extiende por la mayor parte de los institutos de España. Su proliferación es una auténtica vergüenza para este país, primero porque no hay datos que demuestren que los centros bilingües hayan mejorado sus resultados en inglés (en nuestro caso, en selectividad, como se puede ver en este blog, ha resultado exactamente lo contrario) y segundo, porque es tan claro su sentido discriminatorio que su éxito demuestra la relatividad de los principios morales y políticos de nuestra democracia.

martes, 2 de julio de 2013

Huir de la enseñanza no bilingüe

Carlos Rodríguez Mayo
Me cuentan que existe una idea establecida que lleva a los profesores y a los cargos directivos de muchos colegios e institutos a recomendar a los padres que los niños más competentes elijan una enseñanza bilingüe y reservar de este modo la enseñanza no bilingüe para los menos dotados, como si la primera opción fuese mejor o como si la mayor exposición a un idioma extranjero fuera sólo positiva e interesante para los más capacitados. Los que así obran provocan una discriminación irresoluble, de la que se benefician unos y de la que los otros ya no pueden escapar. Con esta orientación y el seguimiento inconsciente de muchas familias se convierten los grupos no bilingües en grupos degradados en donde se concentran todos los problemas, en grupos en los que, normalmente, ninguno querríamos tener a nuestros hijos. Por eso resulta necesario explicar a los maestros y a los padres de los alumnos que la elección de la enseñanza no debe tener que ver con la competencia y sí con lo que se pretende aprender. Para orientar bien hay que contar la verdad y la verdad es la siguiente: 
La enseñanza bilingüe pretende enseñar un poco más de inglés a costa de las materias que se imparten en ese idioma que los chicos desconocen. En la práctica es dudoso que se consiga el bien del primer objetivo y es seguro que se produce el mal del segundo, pero además se genera un problema mucho más negativo: el de la discriminación de los alumnos, ya que por la propia elección de los padres de los alumnos o como consecuencia de esta perversa orientación, los alumnos de mayor nivel, los más trabajadores, los más competentes, los de mejor comportamiento, se concentran en estos grupos.
La otra opción, la enseñanza no bilingüe, es la misma que la enseñanza normal de la ESO. Sin embargo, en nuestros centros esta opción incluye, por las mismas razones, toda la panoplia de la anormal acumulación de problemas sociales y educativos, de manera que sus grupos siempre acaban por convertirse en los más conflictivos. En ellos proliferan los malos ejemplos, las faltas de conducta, las expulsiones y los mayores porcentajes de suspensos. Aunque los problemas de esta enseñanza no bilingüe no son propios de su planteamiento didáctico, en las condiciones de elección actuales es la peor de las opciones. Es tan mala que no dudo ahora en recomendar a los padres que la rechacen, si no quieren que su hijo se vea arrastrado hacia el sumidero del sistema educativo.
Para cambiar esta desastrosa situación, hay que decir la verdad y afear, e incluso perseguir, a los que mienten. A los que intenten engañarles, pídanles estadísticas comparativas de bilingües y no bilingües con respecto a aprobados o a expulsiones o bien la % de alumnos con padres separados o divorciados o la % de inmigrantes en cada uno de los dos grupos. Verán entonces que estos datos no se obtienen o, si se obtienen, se ocultan bajo llave. A cualquiera se le ocurre que no cuantificar lo que no conviene o no decir lo que se sabe es también una forma consciente de mentir.

jueves, 27 de junio de 2013

¿Ciencias Naturales bilingües?

Carlos Rodríguez Mayo
Durante años, algunos profesores, como Javier Barba, han impartido algunas de sus clases en inglés para facilitar el acceso y el mantenimiento del instituto en esa enseñanza que llamamos bilingüe, de la que nuestro centro fue pionero. Hoy, diez años después, las cosas empiezan a cambiar. Javier y algunos de los antiguos profesores bilingües abandonan su enseñanza por razones de carácter personal, que no vienen al caso.
Durante estos diez años, de la boca de Javier y de los profesores de su entorno no ha salido una sola palabra en contra del bilingüismo y sí muchas a favor, enfrentándose para ello con los pocos que criticamos el PPLE del centro porque provocaba la discriminación entre profesores y alumnos bilingües y no bilingües y por los resultados negativos que evaluamos en alguno de los departamentos implicados en él. Para prevalecer frente a estas críticas, Javier no ha dudado en acusarme a mi y a los que han defendido mi posición de olvidar el servicio a los alumnos y de estar movidos por intereses personales.
Sin embargo, ahora, cuando Javier se ve obligado a dejar la enseñanza bilingüe, las cosas cambian. Ni una sóla palabra para defender la presencia de las Ciencias Naturales en el PPLE. En orden a la coherencia personal que se debe pedir a todo individuo responsable, se echa en falta que los que como Javier han defendido año tras año los buenos resultados del bilingüismo en sus asignaturas, no planteen en los órganos didácticos del centro, o directamente ante la autoridad, ninguna gestión para defender aquello que tan bien funcionaba según sus memorias, cuando ellos eran los máximos responsables. Si Javier fuese coherente con lo que ha dicho, habría intentado negociar ante la autoridad un perfil bilingüe para la plaza que quede libre cuando se jubile Gonzalo, y ahora que él abandona, pediría como director para el próximo curso un profesor bilingüe de Ciencias Naturales que permitiese mantener a su asignatura dentro del PPLE. Sin embargo, ¿qué hace hoy Javier Barba? ¿Qué dice? Pues que Ciencias Naturales sale del PPLE.
Con el tiempo la historia deja a cada cual en el lugar que le corresponde. Esperemos acontecimientos.

domingo, 23 de junio de 2013

La úlltima clase

Carlos Rodríguez Mayo
Prima non datur et última dispensatur, decía un viejo proverbio en lengua latina para referirse en la universidad medieval a la clase con que daba comienzo el curso y a la que lo ponía fin. Su contenido se cumplía año tras año y sus efectos, pensaba, llegan hasta la actualidad. En efecto, hoy en día, lo normal es que las clases comiencen con una larga intervención del profesor, que pasa lista y se presenta a sí mismo y a la asignatura, cita los libros de texto y comenta lo que se espera de los alumnos. Por eso, la materia de ese día no entra en examen y es, desde el punto de vista de los chicos, un día que no cuenta.
La clase final, sin embargo, sí que se prepara. El profesor necesita comentar lo que ha sucedido, el nivel, el seguimiento, los acontecimientos relevantes y los resultados. Para los alumnos las necesidades son distintas. Ellos quieren saber las notas y volar. Una vez que se saben aprobados ya nada les preocupa y, sí pueden, desertan de las aulas. El viernes pasado, el último día del curso, tuve sólo dos clases. En una tuve cinco alumnos y en la otra, cuatro. Así que me tuve que guardar las conclusiones y no pude sondear sus puntos de vista acerca de lo sucedido.
Ahora pienso de nuevo en el viejo proverbio latino y decido que en adelante será mejor cambiarlo: "Prima non datur et ultima non recepitur". Y es que, en nuestros tiempos, los profesores ya no mandan o al menos no lo hacen de forma exclusiva. Ahora, en esta época de "huelgas", de  derechos y de libertad, la mayor parte de los alumnos son los sujetos de la falta, los protagonistas de la ausencia, mientras que los padres, que deberían controlar o impedir estos comportamientos, los asumen, los justifican o los toleran. Este es, si alguien no lo remedia en algún momento, el sentido de la dirección de los cambios hacia el futuro. 

La LOMCE y el sentido común

Miguel Martínez Renobales. Profesor de Lengua y Literatura del IES Augusto González de Linares
Hace unos días apareció en el Diario Montañés el artículo del profesor Miguel Ibáñez, director del Centro de Formación del Profesorado de Santander, titulado “Bondades de la Educación”, en el que, entre otras afirmaciones extremadamente provocadoras, que es mejor obviar porque ni favorecen el debate ni constituyen argumentos sobre nada, acredita el “sentido común” de la LOMCE con la idea de que habilita pruebas para detectar dificultades de aprendizaje en Primaria, como si nada se hubiera hecho en tal sentido hasta ahora, y también con que “en Secundaria se pueda escoger a una edad razonable entre dos vías, una orientada hacia la Formación Profesional y otra hacia el Bachillerato”, calificando de razonable un momento muy discutido en los países europeos desde hace muchos años. 
Una vez más, nos hallamos frente a uno de los pilares del argumentario (?) en defensa de la LOMCE: el “sentido común”. Y todos los que nos oponemos de un modo u otro a la ley no tenemos ningún crédito o somos objeto de peregrinas descalificaciones, por no reconocérselo, tal y como ella misma se atribuye en el preámbulo. Ahí es nada. La autoridad dotando de legalidad al “sentido común” (el suyo, por supuesto) para inhabilitar como espurias al resto de las iniciativas que no se le acomoden.
Justificar la multiplicación de reválidas con la pretensión de “mejorar el rendimiento” es un error porque así se desviarán más alumnos del camino del estudio; proponer la elección de itinerarios tempranos entre Bachillerato y Formación Profesional para reducir el abandono escolar es otra equivocación, porque, según afirman los propios interesados, lo que les mueve a dejar las aulas es el dinero fácil y no lo que encuentran en ellas; incorporar a los alumnos con dificultades en planes “de mejora” les adjudica automáticamente el calificativo de “peores”; hacer desaparecer de la escuela la formación en ciudadanía es privar a los estudiantes de un conocimiento necesario para su maduración;… Y suma y sigue. Fallos todos de “sentido común” y provocados por el mismo yerro: no escuchar. Sobre todo por eso, por no escuchar. 
En los asuntos de enseñanza y aprendizaje, el protagonismo debe adquirirlo el aprendiz, que es para quien se diseñan los planes, y no la autoridad, como parece traslucirse en la LOMCE. En la novela de la educación para todos, el que manda debe desempeñar su papel sin permitir que se lo usurpe nadie, por supuesto, pero mal vamos si se arroga la relevancia del primero y entramos en un nuevo desorden, porque no atiende, no escucha. En administrar este problema consiste el reto de la democracia y ningún lugar mejor que la escuela para encauzarlo con calma y sin complejos. 
En otras épocas y en otros países, los grandes cambios legislativos en educación han sido promovidos después de un prolongado debate en el que se han manejado resultados de evaluaciones diversas y no parece que haya funcionado mal el procedimiento. Aquí, nosotros, como tenemos prisa (?), cortamos y pegamos y, de paso, marramos el intento descalificando los treinta años anteriores. Sirvan como ejemplo, entre otras medidas, que en los últimos cursos de la E.S.O. se interviene haciendo desaparecer los planes de Diversificación, que son del año 2004, sin que tengamos noticia alguna de su evaluación, o incorporando un Curso de Acceso a Ciclos de Formación Profesional de Grado Medio, aparentemente innecesario, mientras ignoramos otro en el nivel superior, claramente demandado y reconocido por la Administración anterior. Y, en cuanto a las materias, que es lo que importa en la formación del profesorado, las didácticas de las asignaturas han aportado novedades en metodología y en evaluación que han removido el debate sobre los contenidos y proporcionado más fundamento al aprendizaje. Pero aquí también despotricamos sin matices y, en vez de seguir por ese camino, atajamos por la vía de los exámenes y el “sentido común”, cuando sabemos que el asunto no tiene nada de sencillo. Es verdad que el modelo de la evaluación necesitaba una revisión, pero como perdamos de vista el viejo objetivo de incorporar a todos al sistema educativo, me temo que lo que comenzó a abrirse paso hace unos treinta años y que, en gran medida, fue desarrollado en la escuela pública, acabe convertido en un itinerario de obstáculos donde queden arrinconados demasiados aprendices incapaces de superarlos.

viernes, 21 de junio de 2013

Alicia en el país de las maravillas

Carlos Rodríguez Mayo
En el país de las maravillas se hablaba griego y latín. En el país de las maravillas, que floreció en el renacimiento, la belleza, la verdad y la bondad eran ideales platónicos útiles que brotaban del rigor de la razón para intentar perseguir un recto equilibrio entre los contrarios. A veces, como le sucedió a Galileo, la belleza y la verdad se enfrentaban con los valores medievales obligatorios que emanaban de la fe. A veces, como aconsejaba el gran Erasmo de Rotterdam, el saber se enfrentaba con la triste realidad, cuajada de corrupciones. En el país de las maravillas, se usaba de una enseñanza humanística, que enseñaba a los alumnos a hacerse hombres a través de los textos de los antiguos, cultivando el respeto y la consideración hacia los viejos senadores que acumulaban el tesoro de la experiencia.
Hoy en día ese país es tan sólo un territorio de la imaginación, un impreciso gato de Cheshire que aparece y desaparece sobre las ramas de un árbol marchito… Hoy en día, Alicia no tiene sitio entre los profesores de nuestro centro y eso constituye una gran pérdida, porque nos habla de la magra dimensión de nuestro bachillerato y porque supone una derrota más de nuestro brillante pasado frente al mediocre e ideologizado presente.
Lo siento Alicia. Lo siento por ti, por el centro, por las humanidades y, también, por los alumnos.

domingo, 16 de junio de 2013

Excesos pedagogistas

Carlos Rodríguez Mayo
Un artículo, publicado la semana pasada en el Diario Montañés por Miguel Ibañez, ha provocado una reacción, que ha tomado la forma de un rumor insistente y monocorde que circula por las salas de profesores y por las cafeterías de nuestros centros. Aunque este rumor todavía no ha producido textos escritos, que yo sepa, su contenido tiende a cultivar la idea de que los que desempeñan cargos públicos, como Miguel en el CEP, deberían inhibirse en la crítica de las teorías pedagógicas al uso. Este vulgar cotilleo me resulta preocupante. La censura, el silencio impuesto, es todo lo contrario a lo que yo defiendo. Para mi, toda reflexión escrita es una bendición que nos permite saber, entender. Por eso y porque no puedo dejar de apoyar a los que discrepan y asumen planteamientos semejantes a los míos, no quiero pasar del tema y callarme. Miguel escribe, hablo de memoria, en contra de los excesos de la práctica constructivista. En eso, me parece, hay que darle alguna razón. Recuerdo, por ejemplo, a un cargo político que llegó a establecer “que las clases magistrales estaban prohibidas” y cómo se llegó a legislar la obligatoriedad del “constructivismo”, que es una teoría pedagógica y no una verdad oficial.
Para mi, lo peor de estos excesos se relacionaba con el descrédito de lo teórico, de lo científico, que la intromisión de la prioridad pedagógica introducía. La extensión de la metodología de la tormenta de ideas, por ejemplo, reservaba para el profesor el nivel de coordinador de un conocimiento intuitivo de la realidad que se suponía que tenía adquirido ya el alumno. El problema aparecía cuando el joven se sentía facultado para establecer una elucubración divergente a la del concepto impartido y porfiaba en su ocurrencia, despreciando los argumentos científicos que el adulto estaba obligado a comunicar. Otro problema era el de minimizar la importancia del conocimiento científico en el proceso de selección del profesorado y, en especial, en oposiciones, para primar de ese modo el criterio de la práctica didáctica. Así se privilegiaba a la experiencia frente a la competencia, cuando ambas se enfrentaban, así se prefería al interino iletrado frente al extraño opositor que sabía más y mejor del tema sobre el que se estaba juzgando.
A pesar de estos excesos, intentando matizar el contenido de lo escrito, no debería acabar sin decir que los CEP y sus metodologías activas han aportado lo mejor de todo el proceso de renovación de la enseñanza de los últimos treinta años. Sin embargo, pongamos las cosas en su sitio. Entre tantos cursillos inteligentes, entre tantas aportaciones válidas, se colaron muchos indocumentados, muchos falsos profetas que pretendían enseñarnos sin experiencia y sin sabiduría. Ha habido mucha propaganda, mucho trabajo sucio para intentar atacar la profesionalidad de nuestros compañeros más tradicionales. Muchas palabras huecas contra los apuntes y los subrayados en los libros. Nos hemos pasado de largo. Por eso yo no murmuro. Por eso yo dejo de lado el cotilleo y escribo, como ha hecho Miguel Ibañez, y lo hago aquí, para decir lo que pienso, con mi nombre y apellidos por delante.              

sábado, 8 de junio de 2013

Violencia en la Complutense

Carlos Rodríguez Mayo
Me cuentan que era el 22 de abril de 2013 y que en el Campus de Somosaguas corrían las cucarachas por el suelo después de la larga huelga de la limpieza. Una parte de los profesores y otra de los estudiantes se había solidarizado con los huelguistas o bien había cedido en su derecho para no tener que soportar el mal olor y la apariencia tercermundista de las facultades. En una de ellas, en Ciencias Políticas, M.I.C. realizaba un examen de Derecho Internacional a sus alumnos, cuando un piquete de alborotadores entró en su clase. El docente, al parecer, intentó convencer a los intrusos de que debería respetarse el derecho de los alumnos a acabar su examen sin interferencias externas, pero uno de ellos no se atuvo a razones. Dicen que, preso de la agitación del momento, el violento agarró a M.I.C. por el cuello y le propinó unas cuantas bárbaras patadas en unos segundos densos que ninguno de los presentes pudo evitar, a pesar de que, más tarde, denunciaran los hechos ante el decano.
Al día siguiente, la noticia aparecía en "La Razón", que contaba lo sucedido de forma escueta, sin dar detalles, en un artículo firmado por E. Sicilia... ¿Y después? Nada más, silencio... Al fin y al cabo, ¿qué importancia tiene para un país como éste un pequeño detalle violento? ¿Qué más da que se golpee a un profesor por cumplir con su deber? ¿Qué más da que se pisoteen los derechos de los alumnos a realizar un examen cuya fecha se ha acordado previamente para que sea la fecha de todos, después de haber sido aprobada como la más conveniente por la mayoría? ¿Por qué? ¿Hasta cuándo?      

viernes, 31 de mayo de 2013

Copiar en los exámenes

Carlos Rodríguez Mayo
Casi siempre, al final de cada curso, se plantea el asunto de la trampa. El camino más corto hacia el aprobado, cuando uno no ha hecho el esfuerzo necesario, incluye la estrategia del engaño. Los profesores lo sabemos e intentamos evitarlo. Para ello no tenemos más instrumento que el de la persuasión. Lo empleamos cuando identificamos el problema, señalando que el tramposo no hace trampa al profesor, sino que se enfrenta contra todos, contra sus compañeros en primer lugar y contra la comunidad en general que establece las reglas y acepta el juego limpio. Sin embargo, esta posición tan clara suele ser malinterpretada. Los alumnos suelen defender al infractor y, a veces, también los padres. Entre los profesores hay quien se muestra "realista" y comete el error de decir que "se puede copiar, pero si te pillan..." Si te pillan resulta necesaria una sanción, pero ¿de qué tipo? ¿Se puede quitar al tramposo su derecho a la evaluación? ¿Impedirle el acceso a los parciales comunes anteriores a la prueba final de junio o a la extraordinaria de septiembre? ¿Obligarle a realizar exámenes especiales con preguntas y ejercicios diferentes y con las mayores garantías de aislamiento de sus posibles fuentes de información? Nadie se atrevería hoy a hacerlo sin que antes hubiese sido aprobado el asunto en la programación del departamento, en la Comisión Pedagógica o en el Consejo Escolar del centro. Entonces, ¿se debería tratar el problema como una falta de disciplina? ¿Se debería realizar un expediente al alumno que copia en un examen para información de sus padres y para intentar corregir un comportamiento negativo?
Resulta evidente que en una sociedad que no es capaz de sancionar con justicia al tramposo, la trampa resulta un medio cada vez más útil, cada vez más eficaz. Nuestro problema es que en este país, y justamente por eso, hay cada vez más pícaros y menos honrados y demócratas contribuyentes que exijan que el principio constitucional del mérito y capacidad se plasmen en algo práctico. Actúa en sentido contrario toda una propaganda anarco-marxista que justifica al que roba por ser pobre y al que copia porque no sabe, mientras se criminaliza al rico y al empollón. En un país que carece del contrapeso de la teoría calvinista de la predestinación (teoría que considera el éxito y la riqueza como un bien común), esta propaganda negativa se configura como un grave problema ético y social, un problema que divide y enfrenta innecesariamente, un problema que impide establecer lazos de amistad y de cariño más allá de las propias ideologías, un problema que es tal vez, también, el principal problema de la educación de nuestros hijos.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Pequeños problemas

Carlos Rodríguez Mayo
Hoy en mi clase de 2º de ESO, durante un examen, he tenido una pequeña discusión con un alumno. Él no había escrito ni una línea en la hoja que le había entregado y se encontraba evidentemente aburrido. Yo le había animado a que, si no sabía las preguntas, me contase alguna cosa interesante, pero él no encontraba motivación para hacerlo. Luego le he llamado la atención por bostezar y estirarse de forma pública y notoria, y lo he hecho en voz baja y en privado, para no molestar a sus compañeros. Le he explicado que eso es una falta de educación y que es una convención social aún en uso la de intentar reprimir el impulso de abrir la boca y mostrarla sin recato, salvo en la intimidad del hogar. Él no estaba de acuerdo e insistía en un cansancio, que yo no podía verificar, y volvía a mostrar su campanilla de una forma tan notoria y ostensible que todos los compañeros que le rodeaban se pusieron también a hacerlo en un acto que mostraba por un lado el repudio a la intervención del profesor y por otro un apoyo a la mala educación del alumno. Finalmente, a pesar de que el asunto estaba claro, decidí pensar que la epidemia se estaba extendiendo de forma natural por efecto del contagio e intenté cortar con tan negativa dinámica y salir por la tangente, solicitando que continuara el examen en silencio.
Luego he pensado en lo sucedido y he llegado a la siguiente conclusión: Los profesores ya no podemos enseñar educación. No nos dejan. Tampoco podemos enseñar compostura. Cuando yo reclamo a mis alumnos que cambien su posición sobre el pupitre o que pidan permiso para levantase del asiento o no les doy permiso para ir al baño, me miran como alucinados, como si estuviera traspasando un código de usos intangible y limitando su derecho a estar sentados o tumbados o a moverse libremente en el contexto de la clase. Los derechos, la libertad, se garantizan como es lógico en todo estado democrático, pero no se crea el contrapeso necesario de unas normas de educación o de conducta que se hagan cumplir siempre, sin excepción, porque es bueno que se cumplan, ni una disciplina eficaz, que pueda reprimir su incumplimiento.
Si ésta es la situación en nuestras clases se entiende que haya otros muchos problemas derivados, sobre todo si el saber no es divertido ni interesante, ni está prestigiado socialmente. Cambiar este estado de cosas resulta muy difícil, exige un acuerdo social que es dudoso que una España llena de trincheras ideológicas sea capaz de aceptar en algún momento y unos políticos perspicaces que sepan ver los problemas reales y que intenten acordar con los demás unas medidas que sean capaces de resolverlos. Como nada de esto existe, tendremos que conformarnos.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Elegir una mala ESO bilingüe

Carlos Rodríguez Mayo
Conociendo que soy profesor de instituto, un padre de familia me pregunta acerca de la mejor opción para su hijo. El instituto que le toca es bilingüe, como el nuestro, de manera que existe la posibilidad de elegir. Yo le contesto que, si se conoce el percal, no hay ninguna duda. Siempre hay que elegir la enseñanza bilingüe, pero no porque sea mejor, sino porque esa misma opcionalidad encierra una real clasificación de los alumnos, dado que los más competentes, los más motivados y de mejor comportamiento la eligen, con toda lógica, y dejan, por lo tanto, la formación no bilingüe para los menos competentes, los menos motivados y los de peor comportamiento. 
El que, por la razón señalada, yo recomiende sin dudar la enseñanza bilingüe no quiere decir que ésta sea en sí misma buena y recomendable. Como ya he dicho muchas veces en este blog, y como saben los dirigentes de educación, que callan por motivos políticos, nuestro bilingüismo no funciona. Siendo generosos con él, se podría decir que obtiene resultados magros en el aprendizaje del inglés y, a cambio, provoca un retroceso en las asignaturas que se imparten en el idioma bilingüe, que son las grandes perjudicadas. También son perjudicados los alumnos de los grupos no bilingües y los profesores que dan clase a estos grupos indisciplinados.
Los grandes partidos (PP y PSOE) y los distintos sindicatos saben de esta discriminación y la asumen, pero esperan que la verdad no se extienda, que nadie diga nada, para seguir vendiendo la hermosa palabra en las elecciones. Con este silencio cómplice, ante una verdad que no se evalúa de forma pública y transparente, los que callan se hacen en alguna medida responsables de la degradación del sistema. Por eso yo sigo hablando, aunque me quede sólo: Nuestro bilingüismo es un mal bilingïsmo. El que busca la verdad la encuentra.   

martes, 14 de mayo de 2013

Tres sombreros de copa

Carlos Rodríguez Mayo
El grupo de teatro del IES Ría del Carmen presentó a finales del mes pasado su obra en el Instituto Villajunco, en Santander. Gracias a esto, algunos recordamos los "Tres sombreros de copa" y otros los conocieron por primera vez. Los chicos defendieron sus papeles con toda la energía de su edad y con recursos musicales añadidos sorprendentes. Tengo que felicitarles por ello. La comedia, que describe un mundo triste y oscuro, como el de la época sin libertad en que fue estrenada, aparecía en manos de nuestros jóvenes como una obra renovada, joven y simpática. Como sucedió en eventos semejantes en el pasado, los chavales mostraron su interés por la actividad y se lucieron ante el público. Este año, además, podemos felicitarnos del trabajo de Elena, que ha sido capaz de dar continuidad al colectivo de Freire, para rehacerlo a su forma. Hay que darle las gracias a ella, sobre todo, por el gran trabajo realizado, y no dejar en el olvido las colaboraciones de Gema y David. Desde aquí, quiero infundir a todos ánimo para continuar. Los chicos se lo llevan puesto. Merece la pena.

jueves, 9 de mayo de 2013

Otra huelga más

Carlos Rodríguez Mayo
En esta España en crisis cada vez hacen más daño los descuentos. A mi parecer es esta la razón principal que justifica que el apoyo del profesorado a esta huelga haya sido inferior al de anteriores convocatorias. Algunos de los compañeros que acudieron a su centro de trabajo explicaban que pensaban hacerlo acudiendo a la manifestación. Lo hacían, además, con la conciencia de que su colaboración para hacer triunfar la huelga no resultaba ya imprescindible, dado que la convocatoria del Sindicato de Estudiantes y de las AMPAS  garantizaba la paralización del servicio educativo.
Aunque yo tampoco he hecho la huelga, no ha sido ésta mi opción. Por supuesto que estoy seriamente preocupado por la capacidad adquisitiva de mi salario, máxime cuando en mi caso es la única aportación económica que sostiene mi magra cartilla familiar, pero considerar justa la reivindicación de conservar el nivel adquisitivo de mis ingresos pasados no puede servir para hacer frente común con quienes no reconocen los mismos problemas en el medio laboral.
Como ya he dicho muchas veces en ese blog, los problemas se resumen en la falta de exigencia y de nivel, en la discriminación de alumnos y profesores, que produce nuestro mal bilingüsmo, y en la sumisión del sistema a una legislación cargada de ideología y volcada en la protección del desinterés y la indisciplina. Alguien debería pensar en intentar solucionar estos problemas con una mejor y más justa selección del profesorado, con un buen bilingüismo optativo, a base de más horas de inglés impartidas por verdaderos profesores de inglés y no por habilitados, y con una nueva ley orgánica. Sin embargo a los partidos y a los sindicatos les parece mejor mirar hacia otro lado y no ir al fondo de la cuestión. Con ello, la enseñanza pública continúa degradándose mientras crece la privada. En este proceso, por cierto, la responsabilidad del gobierno no es exclusiva. Después de lo que ha llovido, a los PP y a los PSOE, en el poder o en la oposición, ya no les quitan muchos votos estas huelgas. A veces, por el contrario, las huelgas desahogan los pagos y alivian las arcas vacías, gracias a los descuentos a los huelguistas. Si, además, las AMPAS colaboran mostrando alegría por el triunfo de la "movilización", en vez de solicitar que se corte la huelga cuanto antes, ¿de qué hay que preocuparse? Los chicos hacen novillos, los profesores no trabajan, el gobierno se desgasta y las calles quedan en manos de los sindicatos. Todos contentos...
Esta falta de responsabilidad y de rigor es lo que está hundiendo a este país.  

miércoles, 27 de marzo de 2013

Purgatorio en los recreos

Carlos Rodríguez Mayo
Hay un puñado de profesores en el centro que consideramos que sería muy bueno disponer de un aula para alumnos “castigados” durante los recreos. La dirección y la jefatura de estudios se han comprometido a dirigir un proceso de reflexión y discusión acerca de su virtualidad y en torno a la compleja organización que ésto requeriría.
En una enseñanza en la que los problemas de disciplina no tienen suficiente contrapeso “penal”, es decir, que los elementos de presión capaces de convencer al alumno de la necesidad de cambiar su comportamiento faltan o son muy escasos, resulta normal que todo acabe en palabras, en un intento vano de convencer al infractor, en el que se echan de menos instrumentos de castigo como el que proponemos poner en marcha. Para convencer hacen falta algunas veces medios no argumentales como éste que, además, podrían servir para enseñar a respetar una estricta norma de silencio. El silencio y el trabajo, lo mismo que para los cartujos, sería la penitencia que conduciría, si se respetase, a la redención de la pena, mientras que, si no se respetase, debería conllevar la acumulación de nuevas sanciones. Para ello habría que dotar a este aula de una especial protección en el Reglamento de Régimen Interno e imbuir a los profesores implicados en su vigilancia de una especial atención al cumplimiento de las normas que lleve aparejadas.
En resumen, según mi parecer, si se consiguiera que este nuevo espacio en los recreos asumiera el papel de hacer visible el purgatorio que conduce, bien hacia el cielo de la responsabilidad y del respeto o bien hacia el infierno del castigo merecido y estricto, el aula podría ser muy útil. Veremos.

lunes, 18 de marzo de 2013

Oposiciones

Carlos Rodríguez Mayo
Se habla ahora de que en la Comunidad de Madrid quieren cambiar las reglas del juego de las oposiciones al cuerpo de maestros, porque la mayor parte de los presentados no sabe por qué provincias pasa el río Duero y comete abundantes faltas de ortografía. Los sindicatos, que son los responsables de la transformación del antiguo sistema de acceso, que se basaba en los principios constitucionales del mérito y la capacidad, ya han puesto el grito en el cielo. Con ello se descubre su doble juego, porque los sindicatos siempre defienden al trabajador frente al interés de los parados, aunque en su propaganda digan lo contrario. Gracias a ellos se ha hecho prácticamente imposible sacar una plaza sin ser antes interino. En este sentido, son muchos los compañeros implicados a su pesar en recientes tribunales que han expresado en voz baja su malestar por tener que dejar en el paro a candidatos excelentes, mientras profesores menos preparados o competentes, después de realizar exámenes muy deficientes, sacaban su plaza. 
Ahora, el gobierno de Madrid pretende que sólo se puedan acumular los puntos de la antigüedad como interinos a los examinandos que aprueben el examen, y a mi me parece bien. Me parece una medida necesaria y equilibrada. Y es que hay que pensar primero en los alumnos y hay que seguir el principio constitucional del mérito y capacidad. Sin embargo, el argumento sindical tampoco se debe olvidar. También la experiencia es importante. En resumen, lo mismo que digo siempre. Diálogo y consenso.  

jueves, 14 de marzo de 2013

Excelencia

Carlos Rodríguez Mayo
La Consejería de Educación habla ahora de "Excelencia". Bueno es que se hable de eso, porque con nosotros hay profesores extraordinarios que pasan desapercibidos, incluso para sus alumnos. Mis mejores profesores los he descubierto con el tiempo, gracias a la importancia de lo que me enseñaron. Para los alumnos actuales pasa algo parecido. Difícilmente son capaces de valorar a la persona que tienen delante. Tampoco a los compañeros nos resulta fácil saber quién es quién, de manera que hay una tendencia natural a que fragüe la idea de que todos somos iguales. Sin embargo, lo sabemos, la vida no es así. Cada uno es cada uno. Lo mismo que no hay un alumno igual a otro, los profesores somos especies diferenciadas con historias, competencias y quehaceres distintos.
Gonzalo, por ejemplo, un profesor que se ha pasado la vida dando clases a los alumnos de Camargo, es uno de los profesores más sabios que existen en muchas leguas a la redonda. En Botánica no hay en Cantabria quien tenga un curriculum mejor ni quien manifieste una tendencia más intensa hacia el contacto directo con el medio para el conocimiento exhaustivo de la ecología de las plantas. Él, además, es un amigo excelente y una persona común, alguien que nos enseña que el saber no produce personas distantes y sí personas mejores, más humanas y más abiertas. Su saber podría haber servido para mucho más que para lo que le ha utilizado el Instituto, porque el sistema no sabe juntar el hambre con las ganas de comer, porque el sistema es demasiado rígido. Él es un eminente profesor desaprovechado por esta Enseñanza Media de nuestros pecados que ha visto degradarse año tras año la densidad de los programas y su nivel de exigencia y de saber. Él podría ser también el mejor candidato de nuestro centro a la "Excelencia" que ahora pregona la Consejería. ¿Lo proponemos? 

lunes, 11 de marzo de 2013

Por una evaluación seria del bilingüismo

Carlos Rodríguez Mayo
El gobierno regional, a través de su presidente, se ha hecho eco de un proyecto de remuneración especial para profesores que impartan en inglés su materia, en función de los resultados que obtengan sus alumnos, para no provocar, dicen, injusticias comparativas. 
Después de pensarlo largamente he llegado a la conclusión de que establecer comparaciones entre los distintos profesores en función de los resultados de sus alumnos es una pretensión casi imposible, dada la variedad de los niveles de estos y dado que su medición implica graves problemas (porque habría que evaluar tanto la materia impartida en inglés como el dominio del idioma extranjero), además de que lo evaluado podría verse influenciado por múltiples condicionantes que no sólo dependen del profesor. Sin embargo, también he de decir que dicha pretensión incluye algo positivo: la necesaria evaluación del bilingüismo que o bien no se ha hecho o bien se oculta por motivos inconfesables. 
Cuando Mario Bedera salía de su cargo de Director General del Ministerio de Educación del pasado gobierno del PSOE, dejó caer la especie de que nuestro bilingüismo no funcionaba (Diario Montañés. 1-III-2011). Desde entonces nada ha variado, salvo que cada vez se destinan menos recursos a la enseñanza con lo que resulta imposible que el asunto haya mejorado. Por lo tanto, apostar por mantener el rumbo de nuestros PPLE es continuar en la línea demagógica del gobierno anterior, que vendió como un avance su bilingüismo hasta el final, aunque, repito, si se pretende premiar a los profesores cuyos alumnos progresen más, tendremos por fin algo que vengo solicitando desde hace muchos años: Una evaluación seria de nuestro bilingüismo. Contando con ella podremos valorar mejor los efectos catastróficos que genera una enseñanza en inglés en alumnos que no saben este idioma y en las asignaturas que prescinden o racionan el uso del castellano, así nos enteraremos de la discriminación que se produce entre alumnos y profesores de grupos bilingües y no bilingües, y así llegaremos a la conclusión de que existe otro bilingüismo posible, con profesores de inglés o profesores nativos en horario de tarde para alumnos voluntarios, en el que se podría gastar todo el dinero que se estimase pertinente y que no produciría ningún efecto negativo. 
Por lo tanto, una vez más debo repetir que insistir en este mal biligüismo es dejar que la enseñanza española se deslice por el desagüe hacia las alcantarillas del subdesarrollo. Hay que oponerse a que gobernantes sin ilustración que no saben de lo que hablan ni lo que proponen sigan llevándonos al desastre. Hay que decirles que, antes de dar los pasos que imaginan, evalúen de verdad el sistema para ver cómo los alumnos bilingües no aprenden más inglés (comparensé, por ejemplo, los resultados de inglés en selectividad de los centros bilingües con los no bilingües) y cómo tienden a empeorar los resultados en Lengua Española y en las asignaturas que se imparten en un idioma extranjero.
A mi modo de ver, empeñarse en gastar más para hacer que todo empeore es lo que ahora se propone. Algunos de los que tenemos experiencia en centros bilingües y no tenemos intereses creados en ello sabemos lo que pasa y lo hemos dicho. Yo lo sigo diciendo. Me niego a que los alumnos intenten aprender más inglés a costa de saber menos Historia o menos Ciencias Naturales. No tiremos el dinero ni nos empeñemos en tirar por la borda lo poco que ahora tenemos. Cambiemos de bilingüismo.

jueves, 28 de febrero de 2013

Un mensaje firmado para un profesor anónimo

Carlos Rodríguez Mayo
El anonimato es el comportamiento de los que tiran la piedra y luego esconden la mano. En algunas ocasiones el anonimato se adopta porque se sabe que la acción es delictiva, en otras porque no se quiere asumir la responsabilidad de lo que se hace. Viene esto a cuento por la "ocurrencia jocosa" de añadir los nombres de unos políticos significativos en la derecha de este país, en la lista de los que se sumaban a una comida a la que se invitaba a todos los profesores.
Yo, que me había comprometido a asistir, me he sentido concernido por las consecuencias que se deducen de la acción del anónimo comunicante y quiero ejercer mi derecho a la queja por la bajeza moral que supone semejante comportamiento. Me importa poco saber quién ha sido, pero quiero que sepa su autor que los que hemos acudido a la comida no nos sentimos vinculados por sus groseras apreciaciones. Que sepa también que su actitud es irrespetuosa y antidemocrática, porque democracia es sobre todo responsabilidad, y que, aunque me gustaría saber qué extraños motivos pueden mover a un persona formada, a un profesor de instituto, a protagonizar un papelón tan inconveniente, prefiero que no vuelva a dirigirme la palabra. Aire...          

sábado, 23 de febrero de 2013

Los héroes del consenso

Carlos Rodríguez Mayo
Hoy es 23 de febrero. Una fecha trascendente en nuestra historia en la que unos reaccionarios del ejército y una trama civil, poco conocida aún, intentaron un golpe de estado que, al final, no pudo imponerse al sistema político que combatía: el mismo sistema desgastado y corrupto que ahora en 2013 criticamos, el sistema de partidos que acababa de instaurarse en España y que llamamos democracia.
La democracia, nuestra naciente democracia de entonces, resistió el embate gracias al rey, a Europa y al apoyo que le brindaban nuestra sociedad de clases medias. Sin embargo, los héroes de aquel evento no fueron en realidad verdaderos demócratas y sí dos hombres de la transición, dos personalidades que hicieron carrera con Franco y que aceptaron la necesidad del cambio que el rey proponía e impulsaba. Ellos fueron el ariete contra el que se estrellaron los golpistas, el símbolo de la nueva democracia, la cara de la dignidad frente a la cruz de la fuerza salvaje de las armas.
Yo no era partidario de Suárez. Procedo de una familia republicana que perdió todo su patrimonio por la guerra civil y que supo algo de la cruel humillación que ejercieron los vencedores sobre los vencidos. Tal vez por eso asistí a la retransmisión de lo sucedido en la Carrera de San Jerónimo pensando que una vez más me daban gato por liebre. No era posible, pensaba, que mis héroes, los valientes luchadores de la izquierda, los que habían desafiado las cárceles de Franco y las torturas de la brigada político social se hubiesen escondido bajo sus asientos. Su actitud me recordaba la ilustración de mi libro de texto con los diputados de la primera república saltando por encima de sus asientos del hemiciclo de las Cortes y un comentario que decía: “Los diputados huyendo vergonzosamente durante el golpe de estado de Pavía”.
Ahora, sin embargo, transcurridos ya más de 30 años desde aquello, después de leer a Javier Cercas (“Anatomía de un instante”), he cambiado de opinión. Ahora acepto las insuficiencias de mis líderes de entonces y agradezco a los dos héroes del 23 F que tuvieran los arrestos y el corazón suficiente como para mirar de frente a las balas. Aunque nunca he creído en la dictadura del proletariado, yo tenía entonces mi alma ocupada por la simplista máquina maniquea del sectarismo. Sin embargo ahora, cuando la experiencia ha iluminado mi pensamiento, cuando ya ha pasado el tiempo de la venganza y una crisis bestial lo invade todo, cuando el país demanda profundizar la democracia, la prioridad es para mi la de desarrollar el sentido de la participación y del respeto por la autoridad libremente elegida. Para ello hace falta diálogo y CONSENSO. No podemos permitirnos la burda discrepancia sistemática y la ofensa a la inteligencia (y a las leyes de la economía) de las simplistas proclamas de los partidos y sindicatos. Hacen falta líderes de verdad, como lo fue Suárez entonces, con fuerza e inteligencia para acordar con los contrarios, y una ley que no se imponga por la fuerza y sí por un verdadero consenso entre los partidos mayoritarios. Hacen falta nuevos héroes y un impulso por nuestra parte.
Dejar las cosas como están es dejar los graves problemas que padecemos hoy sin solucionar. Para solucionarlos unos buscan la revolución y otros pedimos el consenso. La mayoría, creo, preferiría un nuevo consenso profundo y verdaderamente democrático. Hay que pedir el consenso.  

martes, 19 de febrero de 2013

Para aprender hay que querer saber

Carlos Rodríguez Mayo
Le he estado dando muchas vueltas a la idea de que los directores se ocupen especialmente de la competencia comunicativa. Ellos han pensado que ahí estaba la base del problema, pero se han quedado cortos. Lo he comentado con algunos compañeros y casi todos hemos llegado finalmente a la conclusión de que los directores no dan clase a los alumnos no bilingües del primer ciclo de la ESO. Si lo hicieran se darían cuenta de que hay otro problema aún más grave y más común, el problema de cambiar el comportamiento de los que no quieren saber nada de lo que les cuentan sus profesores. El problema fundamental del sistema es éste. Según mi punto de vista, cada año el comportamiento de la clientela es más distante, más obstruccionista, más despreciativo hacia la labor del profesor. Cada año aprender resulta menos interesante para una parte de los alumnos. ¿Saben por qué sucede ésto? Pues porque cada vez se valora menos a quien sabe de lo que habla, a quien estudia, porque en esta sociedad del cotilleo y de la basura televisiva se tiende a poner en el mismo nivel al ignorante que al sabio, porque en un mundo materialista hay un gran déficit en la valoración de nuestra actividad (como resulta absolutamente explícito en la falta de reacción social ante las huelgas), porque la frecuente exhibición de la ignorancia y la cutrez de los adultos acaba justificando el desprecio manifiesto hacia el saber de muchos chicos y porque a los políticos sólo les interesa la enseñanza si da votos. Los profesores no podemos soportar esta defectuosa construcción en exclusiva. Nosotros poco podemos hacer sin la voluntad de nuestros alumnos. En su voluntad influye más la baja valoración social de lo que hacemos y el escaso respeto hacia nuestra función que todo lo que podamos contarles. Si los padres entran en el juego de poner en duda la labor de los profesores, si los directores miran hacia otro lado y plantean el asunto como un problema pedagógico y no de cultura social, los alumnos seguirán poniendo a prueba al sistema y continuarán produciendo su degradación sin ningún coste. Y es que no es posible comunicarse con quien no quiere escucharte, con quien no quiere nada de ti, porque piensa que no tienes nada que pueda interesarle.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Las redes sociales y la competencia comunicativa

Carlos Rodríguez Mayo
En la última reunión de la CCP, siguiendo el signo de una preocupación de las altas esferas, los jefes de departamento hemos asumido la obligación de realizar una reflexión sobre la competencia comunicativa en Lengua Castellana. Resulta evidente la necesidad de esta reflexión por los malos resultados de los institutos españoles en PISA y de nuestro instituto en particular en las evaluaciones diagnóstico realizadas. Para centrar el problema habría que preguntarse sobre ¿qué es lo que está fallando? y sobre el ¿cómo podríamos solucionarlo? Sin embargo no tenemos apenas información relevante. Yo tampoco la tengo, aunque sí que me gustaría introducir una hipótesis relacionada con la supuesta influencia de los móviles y de las redes sociales en el comportamiento lector y escrito de nuestros alumnos. A mi modo de ver es posible que parte de lo que está pasando no tenga que ver con un descenso real en la competencia de nuestros alumnos y sí con unos hábitos sociales deficientes. Según mi punto de vista, las redes sociales podrían influir en que los alumnos de hoy usen más que los de la generación de sus padres de la lectura y de la escritura. Este uso mayor no implicaría, sin embargo, un uso mejor, y sí una menor profundidad y reflexión. La comunicación resultaría hoy más superficial y con un nivel de incorrección sintáctico y ortográfico mucho mayor. En internet, por ejemplo, contrasta el comportamiento de una persona de edad, que lee todo lo que tiene delante y piensa antes de actuar, con la selección de los contenidos de los jóvenes, que antes de pasar a intentar comprender al emisor, valoran la utilidad del conjunto de un vistazo y la rechazan con rapidez si no les interesa... Pues bien, se me ocurre que algo análogo sucede en nuestras clases. Los alumnos no se toman el tiempo necesario para entender nuestros mensajes orales o escritos, no leen los enunciados de nuestros problemas ni lo que dicen los textos. Actúan como ante su teléfono u ordenador. Creen que el profesor o el compañero es como la máquina que tiene entre sus manos que obedece de forma continua a sus impulsos. Esperan que todo fluya a su alrededor y no saben ajustar su ritmo al de la clase. Los profesores percibimos que los alumnos cada vez preguntan más y cada vez atienden menos a las instrucciones formales que les proponemos. Todo resulta cada vez más desorganizado. Su comunicación oral suele carecer de análisis y de argumentación. Su comportamiento tiende a ser más irreflexivo y su expresión más primaria. Como profesor es fácil percibir que los alumnos rechazan los textos largos. Los rechazan como rechazan este sistema educativo que les ha descargado de una parte importante de la responsabilidad sobre su propio aprendizaje para echarla sobre las espaldas de profesores y padres. En consecuencia, el problema de la competencia comunicativa es tal vez un problema de hábitos sociales más que de hábitos comunicativos, un problema de ritmo de trabajo y de esfuerzo personal, de manera que su solución no está sólo en la creación o en el cultivo de nuevos hábitos de expresión y de lectura. La solución, en efecto, está también en las medidas correctoras del comportamiento que sean capaces de romper con esta especie de autismo social que las redes sociales están multiplicando, medidas que pasan necesariamente por la promoción del papel director del profesor, que es el único que puede proponer unas reglas de juego y un ritmo común a la expresión oral y escrita de sus alumnos.

miércoles, 6 de febrero de 2013

La guerra de las palabras

Carlos Rodríguez Mayo
Entender que lo que ayer llamé novillos es una huelga, tal y como proclaman el sindicato de estudiantes y todos los medios de comunicación, es el punto de partida de la victoria de los convocantes y la derrota sin paliativos de los que nos oponemos a esta manipulación. El gobierno socialista que promulgó la ley que permite el procedimiento de inasistencia colectiva, se libró muy mucho de llamar huelga a esto. Pues bien, a pesar de ello, todos, incluído yo mismo, hablamos de la huelga de los alumnos, para entendernos.
La trampa de la palabra es enorme porque dota a los que siguen las convocatorias de un sentido reivindicativo, cargado de romanticismo, que resulta un acicate en una fase de la vida en la que los chicos quieren ser mayores. Contando con ello, en cuanto rozan un poco esta idea, los muchachos utilizan casi siempre este argumento político para justificarse, encubriendo al mismo tiempo otras intenciones que resultan mucho más eficaces, como son la de conseguir una menor dimensión de los temarios en el siguiente examen o la de disfrutar de unas vacaciones imprevistas. Ante la situación que se crea, yo les digo que hay que ser responsables y que ésto no es en sentido estricto una huelga (que es un derecho que los trabajadores ejercen mientras pierden su salario), que sería más apropiado llamarlo "vacaciones o novillos sindicales", que si esto fuese una huelga se confundiría a los cuerpos docentes con los cuerpos represivos o con la clase burguesa de los empresarios, propietarios de los medios de producción, y se olvidaría que, además de asalariados, los profesores somos una fuente imprescindible y muy costosa de conocimiento, que pagamos todos con nuestros impuestos. Les digo que no es lo mismo tener 200 días de clase que 150 y que no rellenar las aulas es dejar que sigamos cayendo hacia abajo en Pisa, lo mismo que los objetos que lanzaba Galileo para estudiar la gravedad.
Por eso, lo primero que habría que hacer para restablecer el equilibrio sería combatir a la palabra. Luchar contra el término huelga y buscar un sustituto razonable. Si no empezamos por ahí, mal andamos.

lunes, 4 de febrero de 2013

Nueva huelga de estudiantes

Carlos Rodríguez Mayo
El sindicato de estudiantes ataca de nuevo y no creo que este año sea la última vez que lo haga. Razones para revolverse, razones para la discrepancia siempre las hay, y más en tiempos difíciles como éstos, pero de eso a tener que aceptar la amenaza de este mínimo grupo de estudiantes universitarios que movilizan sin coste alguno a toda la enseñanza media dos o tres veces al año hay cierta distancia.
Se ha dicho ya de cien formas diferentes que la huelga es un derecho que asiste a los trabajadores, pero es una encomienda imposible explicar a los adolescentes que hacer huelga no es lo mismo que hacer novillos, que es lo que acaban haciendo en su inmensa mayor parte. La responsabilidad de su asistencia, además, no debiera de ser nunca suya, porque son menores de edad. Es por esto que yo pienso que la huelga en enseñanzas medias, si es en verdad necesaria,  no debiera de ser convocada por el Sindicato de Estudiantes y sí por las AMPA de los centros. Por otra parte me parece que el asunto se comenta y se discute de forma incorrecta. En el caso de que haya huelga, no creo que se deba discutir de si ésta triunfa o no (que siempre triunfa), y sí de si se puede impedir que se manipule a los jóvenes. Lo que yo quiero decir es que bajar la cabeza ante la media docena de sindicalistas universitarios que convocan estas "huelgas" es una gran irresponsabilidad por parte de los partidos que los mantienen, por parte de los partidos que lo toleran, por parte de los padres y profesores, que se lavan las manos, y por parte de los equipos directivos que no asumen su responsabilidad de evitar que lo que sucede se repita una y otra vez.
¿Han oído ustedes alguna valoración de lo que se pierde en dinero, en conocimiento y en prestigio institucional por estas huelgas para cuya convocatoria basta con una rueda de prensa? ¿Han oído ustedes alguna idea para intentar regular el asunto e impedir la manipulación de tantos miles de muchachos? Pues de eso, también, somos responsables. Los alumnos de nuestros institutos no organizan huelgas si no es por causas concretas y muy próximas, con nombres y apellidos. Ellos no son aún adultos. Prefieren, como sus profesores, no tener clase a tenerla, y utilizan la convocatoria de huelga para no asistir. Frente a ellos, el sistema con los profesores, los padres y los poderes políticos debería actuar responsablemente para que no se dilapide el esfuerzo y el dinero que a todos nos cuesta ésto. Sin embargo, el sistema no lo hace. Vemos pasar ante nosotros la misma historia cada año y seguimos sin decir nada. El sistema no denuncia, no sanciona. Se inhibe a pesar del enorme coste y a pesar de los abusos que ocasiona. El silencio ante algo que es tan claro me parece una actitud culpable. Mi consejo es sencillo de entender y creo que es muy democrático. Dejemos a los sindicalistas universitarios que movilicen a sus compañeros de estudios en sus facultades e impidamos los multitudinarios novillos de los niños y muchachos de nuestras enseñanzas medias.