miércoles, 13 de febrero de 2013

Las redes sociales y la competencia comunicativa

Carlos Rodríguez Mayo
En la última reunión de la CCP, siguiendo el signo de una preocupación de las altas esferas, los jefes de departamento hemos asumido la obligación de realizar una reflexión sobre la competencia comunicativa en Lengua Castellana. Resulta evidente la necesidad de esta reflexión por los malos resultados de los institutos españoles en PISA y de nuestro instituto en particular en las evaluaciones diagnóstico realizadas. Para centrar el problema habría que preguntarse sobre ¿qué es lo que está fallando? y sobre el ¿cómo podríamos solucionarlo? Sin embargo no tenemos apenas información relevante. Yo tampoco la tengo, aunque sí que me gustaría introducir una hipótesis relacionada con la supuesta influencia de los móviles y de las redes sociales en el comportamiento lector y escrito de nuestros alumnos. A mi modo de ver es posible que parte de lo que está pasando no tenga que ver con un descenso real en la competencia de nuestros alumnos y sí con unos hábitos sociales deficientes. Según mi punto de vista, las redes sociales podrían influir en que los alumnos de hoy usen más que los de la generación de sus padres de la lectura y de la escritura. Este uso mayor no implicaría, sin embargo, un uso mejor, y sí una menor profundidad y reflexión. La comunicación resultaría hoy más superficial y con un nivel de incorrección sintáctico y ortográfico mucho mayor. En internet, por ejemplo, contrasta el comportamiento de una persona de edad, que lee todo lo que tiene delante y piensa antes de actuar, con la selección de los contenidos de los jóvenes, que antes de pasar a intentar comprender al emisor, valoran la utilidad del conjunto de un vistazo y la rechazan con rapidez si no les interesa... Pues bien, se me ocurre que algo análogo sucede en nuestras clases. Los alumnos no se toman el tiempo necesario para entender nuestros mensajes orales o escritos, no leen los enunciados de nuestros problemas ni lo que dicen los textos. Actúan como ante su teléfono u ordenador. Creen que el profesor o el compañero es como la máquina que tiene entre sus manos que obedece de forma continua a sus impulsos. Esperan que todo fluya a su alrededor y no saben ajustar su ritmo al de la clase. Los profesores percibimos que los alumnos cada vez preguntan más y cada vez atienden menos a las instrucciones formales que les proponemos. Todo resulta cada vez más desorganizado. Su comunicación oral suele carecer de análisis y de argumentación. Su comportamiento tiende a ser más irreflexivo y su expresión más primaria. Como profesor es fácil percibir que los alumnos rechazan los textos largos. Los rechazan como rechazan este sistema educativo que les ha descargado de una parte importante de la responsabilidad sobre su propio aprendizaje para echarla sobre las espaldas de profesores y padres. En consecuencia, el problema de la competencia comunicativa es tal vez un problema de hábitos sociales más que de hábitos comunicativos, un problema de ritmo de trabajo y de esfuerzo personal, de manera que su solución no está sólo en la creación o en el cultivo de nuevos hábitos de expresión y de lectura. La solución, en efecto, está también en las medidas correctoras del comportamiento que sean capaces de romper con esta especie de autismo social que las redes sociales están multiplicando, medidas que pasan necesariamente por la promoción del papel director del profesor, que es el único que puede proponer unas reglas de juego y un ritmo común a la expresión oral y escrita de sus alumnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario