martes, 19 de febrero de 2013

Para aprender hay que querer saber

Carlos Rodríguez Mayo
Le he estado dando muchas vueltas a la idea de que los directores se ocupen especialmente de la competencia comunicativa. Ellos han pensado que ahí estaba la base del problema, pero se han quedado cortos. Lo he comentado con algunos compañeros y casi todos hemos llegado finalmente a la conclusión de que los directores no dan clase a los alumnos no bilingües del primer ciclo de la ESO. Si lo hicieran se darían cuenta de que hay otro problema aún más grave y más común, el problema de cambiar el comportamiento de los que no quieren saber nada de lo que les cuentan sus profesores. El problema fundamental del sistema es éste. Según mi punto de vista, cada año el comportamiento de la clientela es más distante, más obstruccionista, más despreciativo hacia la labor del profesor. Cada año aprender resulta menos interesante para una parte de los alumnos. ¿Saben por qué sucede ésto? Pues porque cada vez se valora menos a quien sabe de lo que habla, a quien estudia, porque en esta sociedad del cotilleo y de la basura televisiva se tiende a poner en el mismo nivel al ignorante que al sabio, porque en un mundo materialista hay un gran déficit en la valoración de nuestra actividad (como resulta absolutamente explícito en la falta de reacción social ante las huelgas), porque la frecuente exhibición de la ignorancia y la cutrez de los adultos acaba justificando el desprecio manifiesto hacia el saber de muchos chicos y porque a los políticos sólo les interesa la enseñanza si da votos. Los profesores no podemos soportar esta defectuosa construcción en exclusiva. Nosotros poco podemos hacer sin la voluntad de nuestros alumnos. En su voluntad influye más la baja valoración social de lo que hacemos y el escaso respeto hacia nuestra función que todo lo que podamos contarles. Si los padres entran en el juego de poner en duda la labor de los profesores, si los directores miran hacia otro lado y plantean el asunto como un problema pedagógico y no de cultura social, los alumnos seguirán poniendo a prueba al sistema y continuarán produciendo su degradación sin ningún coste. Y es que no es posible comunicarse con quien no quiere escucharte, con quien no quiere nada de ti, porque piensa que no tienes nada que pueda interesarle.

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