viernes, 21 de junio de 2013

Alicia en el país de las maravillas

Carlos Rodríguez Mayo
En el país de las maravillas se hablaba griego y latín. En el país de las maravillas, que floreció en el renacimiento, la belleza, la verdad y la bondad eran ideales platónicos útiles que brotaban del rigor de la razón para intentar perseguir un recto equilibrio entre los contrarios. A veces, como le sucedió a Galileo, la belleza y la verdad se enfrentaban con los valores medievales obligatorios que emanaban de la fe. A veces, como aconsejaba el gran Erasmo de Rotterdam, el saber se enfrentaba con la triste realidad, cuajada de corrupciones. En el país de las maravillas, se usaba de una enseñanza humanística, que enseñaba a los alumnos a hacerse hombres a través de los textos de los antiguos, cultivando el respeto y la consideración hacia los viejos senadores que acumulaban el tesoro de la experiencia.
Hoy en día ese país es tan sólo un territorio de la imaginación, un impreciso gato de Cheshire que aparece y desaparece sobre las ramas de un árbol marchito… Hoy en día, Alicia no tiene sitio entre los profesores de nuestro centro y eso constituye una gran pérdida, porque nos habla de la magra dimensión de nuestro bachillerato y porque supone una derrota más de nuestro brillante pasado frente al mediocre e ideologizado presente.
Lo siento Alicia. Lo siento por ti, por el centro, por las humanidades y, también, por los alumnos.

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