lunes, 10 de diciembre de 2012

Religión y Alternativa

Carlos Rodríguez Mayo
Buscando mi propio camino entre las improvisaciones arbitrarias del director, como comentaba la semana pasada, y la complacencia con el sistema educativo que se deduce de la política de la izquierda actual, me topo de nuevo con la ley Wert y con la creación de una asignatura alternativa a la Religión.
La Religión fue y sigue siendo una asignatura extraña, porque los obispos tenían y tienen la capacidad de elegir su contenido y a sus profesores, que por lo tanto no son nunca funcionarios, y porque la fe es algo que no se aprende. Dice Wert que se debe ofrecer una asignatura optativa a la religión para cumplir los acuerdos con la Santa Sede. Con ello se intenta vender el Concordato como un acuerdo diplomático, de política exterior, cuando en realidad no es más que la manifestación política de la influencia de la Iglesia interior en el estado.
Entonces ustedes dirán, ¿para qué? ¿Por qué inventar algo que no existe? Discutir este asunto merece una explicación que, aunque es de sobra conocida, no conozco de ningún lugar en donde haya sido escrita y denunciada. Por eso, si me lo permiten, lo voy a hacer ahora.
Empecemos por decir que la izquierda, que se ufana de ser laica, ha mantenido durante décadas de gobierno la asignatura, jugando así con la diplomacia de los curas. Sin embargo, esta misma izquierda, intentando neutralizar la influencia de los nuevos profesores de religión, jóvenes, dinámicos y dispuestos a exigir poco y poner notas muy altas, inventó como respuesta los "Estudios dirigidos" en los que nadie estudiaba porque no eran evaluables, con los que se rellenaba el horario lectivo de los alumnos que no quisieran cursar la asignatura de la Conferencia Episcopal. El resultado fue un éxito. La mayor parte de los alumnos dejaron al Religión y se pasaron al Estudio Dirigido y en esas nos encontramos.
¿Qué resulta de esta historia? Pues resulta un gran fracaso. No seré yo el que defienda a la asignatura que está en el origen del problema, porque los saberes de la fe, según mi modesto parecer, deberían enseñarse libremente en las iglesias y no en los centros públicos. Sin embargo, tampoco seré yo quien defienda esa ridícula hora semanal perdida. En una enseñanza pública de calidad no se puede consentir que se instituya una hora en blanco, una hora que se pierde miserablemente, cuando tanto hay que enseñar y que aprender. Bienvenida sea, por lo tanto, la nueva asignatura. Supongo que se vinculará su existencia con la alternativa "Constitucional" a la vilipendiada "Ciudadanía" y que esto servirá para un rearme democrático de nuestros jóvenes o al menos para que no puedan decir, cuando crezcan, que perdieron el tiempo aquí con nuestra complacencia.  

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