viernes, 4 de junio de 2010

Todavía nos falta un desalojo

Carlos Rodríguez Mayo
Se hacía eco Valvanuz en su artículo del mes de mayo de que las sirenas de alarma para los simulacros de incendio tienden a provocar bromas variadas entre alumnos y profesores del Ría. Es público y notorio que en los otros centros del valle no se hacen desalojos o que, como máximo, se hace uno al año. En el Ría, sin embargo, el Señor Director ha llegado a la conclusión de que hacen falta tres. Desconocemos las razones que aconsejan un número tan exacto, lo que sí sabemos son los efectos negativos que se provocan.
El primero y más evidente es el de la interrupción de las horas de clase. El segundo es el de la invalidación de los exámenes que se estaban produciendo, lo que es una consecuencia de lo imprescindible del efecto sorpresa, que se asocia a cada simulacro. El tercero es el de la habituación, con lo que el ejercicio deja de considerarse algo excepcional para introducirse en la cotidianeidad de las aulas. De ello se deriva una respuesta lenta, con el peligro de que, en caso de siniestro real, se produzca una desgracia.
Del análisis y la reflexión de estos efectos resulta la idea de que un número excesivo de desalojos puede resultar contraproducente. El aumento de los efectivos de protección civil en nuestras administraciones públicas no debe conllevar una multiplicación irracional en el número de ejercicios de simulación, sino un trabajo más serio en su planificación y un mayor nivel de coordinación con sus actores: alumnos y profesores. El no realizar estas labores o el hacerlas a costa del horario escolar, que es el único que tenemos, es una muestra más del desprecio por un trabajo como el nuestro, el que realizamos al alimón alumnos y profesores, que sufre además de la competencia de excursiones, encuestas, evaluaciones externas, etc...
Alguien debería decir que ya está bien de desalojos y que aquí no cabe todo.

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