jueves, 21 de octubre de 2010

Nueva ley antitabaco

Carlos Rodríguez Mayo
La nueva ley antitabaco prohíbe fumar en los lugares públicos y lanza un mensaje especial a los profesores y alumnos de los centros educativos y a las enfermeras y médicos de los hospitales. Todos ellos ya no sólo habrán de salir del recinto para satisfacer su deseo de echar un pitillo, sino que deberán alejarse lo suficiente como para que la intemperie haga su trabajo y como para que su mal ejemplo no se difunda entre los niños y los enfermos.
Según mi particular modo de ver y de pensar, quedan por contestar algunas preguntas:
1º- ¿Quién va a controlar el cumplimiento de la distancia de seguridad señalada? ¿La policía municipal o la dirección de los centros educativos o sanitarios?
2º - ¿Quién se va a encargar de visitar cada recreo los baños para evitar que echen más humo que la Ferroatlántica?
3º – En el supuesto de que un alumno quiera fumar un cigarro en un recreo, por ejemplo, ¿tendrá que pedir permiso para salir del centro? ¿Se le concederá este permiso, si es mayor de edad? ¿Y si no es mayor de edad? ¿Cuál será la sanción que se impondrá a quien fume en un lugar no permitido? La sanción, ¿será automática o habrá que esperar a que se nombre un juez instructor y a que se reúna el Consejo Escolar para estimar si esta es pertinente en relación con los considerandos?
Y ¿cómo casa en todo esto la exhibición pública de las colillas abandonadas del presidente Revilla? Esas sobre las que presupone seguir manteniendo un derecho personal horas después. A mi me da la sensación de que muchos de los que votan o votarían por una mayor restricción son fumadores hipócritas que en la práctica desafían diariamente la ley en sus despachos. Sólo así se entiende que haya aún una asociación antitabaco que denuncie la nueva ley como una ley conservadora, porque no prohibe fumar en la cola de los cines (suponemos que en la parte que se sale fuera del recinto) o en las marquesinas de los autobuses.
Se me ocurre que si seguimos esta lógica que criminaliza al fumador acabaremos por acusar de maltrato a los padres que fumen en casa en presencia de sus hijos. Es posible, incluso, qué se extienda la acusación a las mujeres fumadoras embarazadas y que, para garantizar los derechos del nasciturus indefenso, se haga obligatorio un análisis antidoping antes de dar a luz para ver el contenido en sangre de los residuos de tabaco.
¿Y qué hacer con los fumadores delincuentes? ¿Llevarlos a la cárcel, en donde sí se puede fumar? Y otra cuestión, ¿por qué en las cárceles no está prohibido? ¿Es que acaso los penados deben de tener los derechos de los que no disfrutamos el resto? ¿No estaremos llegando más allá de lo que es realmente razonable?  

1 comentario:

  1. Gran reflexión en esta época de demonización del tabaco. Decía Zapatero cuando subió hace tiempo los impuestos del tabaco y del alcohol, en una de esas frases tan "elaboradas" que tiene, que "fumar y beber no son socialistas". Y claro, luego uno se entera de que Zapatero fuma (incluso en lugares donde no debería hacerlo), y llega también a apreciar que el individuo en cuestión tiene los dientes amarillos (o sea, que debe de fumar y bien). En fin: pura coherencia de otro puro coherente.... Y así va el país.

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