jueves, 16 de junio de 2011

Optativas de bachillerato

Eva Fernández Navamuel
Hace unas cuantas semanas nos dieron las prematrículas de segundo de bachiller. La gente escogió la opción que prefería y la optativa que consideraba que le iba a beneficiar más. Antes de que se terminara el plazo de entrega, Matilde, la jefa de estudios, fue por las clases llamando a dos o tres personas de los bachilleres de ciencias. La noticia era que la optativa de química no saldría por falta de alumnos, con lo que algunos se verían obligados a coger francés o tecnología. En cuanto se dio la noticia, los tres o cuatro alumnos que habían escogido la opción de química se cerraron en reivindicar que, si se les había ofrecido esa opción en la pre-matrícula, el instituto se habría obligado a impartirla, puesto que si no se sabe de fijo si va a salir, no se debería ofrecerla. Ante este argumento, yo tuve que decir que, si no la ofrecen, no pueden saber si saldrá o no. Aún así, todos parecían seguros de que la optativa de química tendría que salir, y, en su derecho, fueron al despacho de Matilde para hablar del asunto. Esta les dijo que no se podía dar una asignatura con cuatro personas ( a pesar de que estos años se han dado clases de francés de segundo de bachillerato con cuatro alumnos) y que deberían elegir entre el resto de opciones (que eran francés y tecnología), y como dio la casualidad de que ninguno de los cuatro alumnos había dado en los años anteriores ninguna de las dos asignaturas, por lo que cogerlas en segundo de bachiller sin una base no contentaba a ninguno, se les ofreció la “solución” de facilitarles el cambio de instituto. Como las protestas continuaron, Matilde estudió realizar algunos cambios en las opciones de las matrículas. El resultado final, siguiendo no se qué criterios, fue que la opción de química sería posible para estos alumnos, pero al hacerlo, se perjudicaba a otros dos alumnos que antes eran ajenos a todos estos asuntos. Eran los que habían escogido francés. La opción de francés es la única común a los dos bachilleres (ciencias y letras), y aunque los dos alumnos de ciencias no la hubieran escogido, saldría, porque había gente suficiente. Pero al quitar la opción de francés a los de ciencias, esos dos alumnos se verían obligados a elegir entre química y tecnología, es decir, se veían en la misma situación que los de antes, pero en menor número.
Una situación parecida se plantea en el caso de las asignaturas de letras de Iniciación a la Investigación y Literatura Universal. A la poca gente que escogió Literatura, se le pasó en principio, sin otra opción posible, a Iniciación a la Investigación, que tampoco contaba con demasiados alumnos. Posteriormente, teniendo en cuenta las opciones que daba cada una de las asignaturas en selectividad (mientras que Iniciación a la Investigación no tiene examen vinculado, Literatura multiplica por dos), algunos alumnos (según tengo entendido) han decidido cambiarse a Literatura. Es decir que, si saliera Literatura, no saldría Iniciación a la Investigación y viceversa.
No sé si no habrá ninguna solución posible que favorezca a todos o por lo menos que no perjudique a ninguno de los alumnos, pero desde luego no creo que pueda llamarse solución a algo que sólo ha reducido el número de perjudicados. La mejor solución es la que hace compatibles todas las opciones. En este sentido, se ha expresado en este blog Carlos Rodríguez, el profesor de historia. Según sus palabras y según la autoridad educativa actual, ambas opciones son compatibles, por lo que no es necesario que todos los alumnos se pongan de acuerdo. El único problema está en que el número de alumnos va a ser escaso si se tiene que dividir el total entre las dos opciones, pero realmente nadie debería estar obligado a dar una asignatura que no quiere. Estamos en un instituto pequeño, con pocos alumnos, pero la variedad de opciones debe ser la misma que en otros centros. De ello depende su calidad. El que repartidas las opciones, los alumnos por clase no sean muchos es, en mi opinión, inevitable.

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