sábado, 22 de octubre de 2011

Pedir perdón

Carlos Rodríguez Mayo
Faltaría a los objetivos del blog, si dejase de referirme a ese último comunicado de ETA en el que el grupo terrorista se compromete a un alto el fuego definitivo. Al hacerlo no pretendo aplaudir a una banda de asesinos que ha matado a más de 800 personas ni tampoco recordar el horror ni la sangre derramada. Lo que intento es comentar la confusa relación que profesores y alumnos hemos mantenido en los últimos treinta años con el fenómeno terrorista y recordar que ETA aún no ha pedido perdón.
Como centro, actuamos la mayor parte del tiempo como si no existiese el terror, como si hubiera que preservar entre las cuatro paredes del centro el mundo rosa infantil en el que todo está en su sitio y es posible siempre la justicia. Sólo el anterior director decidió tras la muerte de Miguel Ángel Blanco hacer manifestaciones públicas de rechazo al terrorismo. Se solían hacer a primera hora, según llegábamos al instituto o antes del primer recreo. Salían los alumnos de clase y el director o los delegados pronunciaban unas palabras. Para entonces ya derecha e izquierda se habían puesto de acuerdo en combatir en la calle a ETA, lo que evitaba los problemas políticos más graves y garantizaba un apoyo mayoritario, a pesar de que la iniciativa se hacía de modo obligatorio, normalmente en horario de clase, con aparato de micrófonos y de amplificadores y con discursos improvisados, que echaban un cierto tufillo a Formación del Espíritu Nacional. En ellos participamos como anónimos receptores alumnos y profesores, que aceptábamos sin más las frases pronunciadas o precocinadas por el Director. Aquello pasó, no sé por qué, aunque sí recuerdo las críticas que de aquellos actos hizo Raquel Serdio, y también que, en los últimos atentados, volvimos a mirar hacia otro lado o nos conformamos con un minuto de silencio.  
Quince años antes, algunos de los profesores de entonces nos habíamos alegrado de la muerte de Carrero, el sucesor de Franco, asesinado por ETA, y muchos de ellos, a finales de los ochenta y al empezar los noventa, votamos al PSOE a pesar de intuir que el gobierno pagaba con fondos reservados al terrorismo de estado de los GAL.
Contando con todo lo dicho, me parece que podría haber llegado el momento de pedir perdón, de que ETA y cada cual pida perdón por lo que ha hecho. Perdón por la parte negativa de lo que se defendía con las copas de champán o con la ceguera interesada del voto, perdón por el silencio de tantos años y por el hipócrita ejercicio de mirar hacia otro lado o por el doble rasero de nuestros juicios, perdón porque no hay democracia sin seguridad y porque no hay democracia si en algún lugar los ciudadanos temen decir lo que piensan y callan. Habría que exigír a los terroristas que pidan perdón a las víctimas, a todas las víctimas, y habría que desenmascarar a los que ahora esconden la mano y hablan sólo de los errores ajenos, pero antes deberíamos de haber descubierto nuestros errores y haber pedido perdón por ellos. Si todos cargamos con pecados propios o heredados de nuestros padres y abuelos, sería ahora un buen momento para pedir perdón. ¿Ustedes creen que estamos preparados para esto? No, ¿verdad? Para esto sirve nuestra mente y nuestra educación. Sin usarlas no es posible una verdadera reconciliación ni la democracia alcanzará la superioridad moral que le corresponde y seguiremos hundidos por mucho tiempo en el lodazal frentepopulista que ha marcado a nuestro país en el siglo XX y lo que va de siglo XXI. Éste debería ser el camino de los indignados que quieren reconstruir de forma sólida nuestra democracia, si es esto lo que en verdad persiguen, éste debería ser el sentido de nuestras clases de Historia, Ética y Ciudadanía. Sin educación, el campo de la manipulación se multiplica y la democracia se pudre. Despertar la vocación por la verdad de todos los bien nacidos e incentivar el compromiso de aprender a usar la bendita palabra: "Perdón" debería ser una obligación moral. Intentemos escapar de este ambiente de corrupción y de justificaciones circunstanciales en el que valen las medias verdades o las pequeñas mentiras, si las defiende nuestro partido. Salgamos del círculo vicioso. Exijamos perdón a los otros, tras usar de la misma palabra en primera persona, sinceramente, pero no para realizar un falaz ejercicio de fariseísmo o de puritanismo hipócrita y teatral, sino para no seguir sintiéndonos responsables de las enormes insuficiencias de nuestra democracia y para poder defender sin complejos la verdad.

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con este artículo. Aunque mi edad o mi interés por la política me hagan saber muy poco de ello, entiendo algo. Y como dice este artículo todos debemos pedir perdón, pero sobre todo los asesinos.

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  2. Claro, Elia. Matar es mucho peor que votar a un corrupto o que alegrarse de que otros maten.
    Sin embargo, la democracia no debe ser utilizada como una justificación de la propia inmoralidad.
    Además, lo sabemos los padres y los profesores, pedir perdón es condición indispensable para corregir los comportamientos inadecuados. Por eso, para redimir las penas y poder reinsertar a los delincuentes (ETArras o lo que sea) debería ser necesaria, y no lo es que yo sepa, una declaración firmada de arrepentimiento y una petición pública de perdón.

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