jueves, 7 de abril de 2011

En selectividad, también se examina el bilingüismo

Carlos Rodríguez Mayo
Titulaba un artículo el otro día: “Eppur si muove” para hacer constar mi convencimiento de que nuestro bilingüismo había influído (no sé si de forma determinante o no) en los malos resultados de la evaluación diagnóstico, y oponía a mi opinión la de la justificación “oficial” de que el profesorado de este centro padece una deficiencia mayor que la de los otros centros en cuanto a su actualización didáctica en el nuevo paradigma de la propaganda del ministerio: las competencias.
Como toda obra humana, el bilingüismo ha creado una red de intereses que no aconseja remover mucho la cuestión. Hay departamentos que han crecido enormemente y disfrutan de una ratio alumno-profesor envidiable para otros, gracias al bilingüismo. Por otro lado, las familias de los alumnos bilingües han disfrutado de una enseñanza que valoran muy positivamente, dado que no han tenido que sufrir en algunas asignaturas la rémora de los alumnos desmotivados de los grupos no bilingües. La postura de todo este grupo mayoritario ante los problemas del bilingüismo es distante y prudente. Para ellos, los problemas de nuestro bilingüismo son problemas de la dirección, de la inspección, de la Consejería, de los partidos políticos... Son problemas internos, que hay que esconder, disimular, etc. Por eso, hasta este último trimestre, ningún grupo ha manifestado el menor interés por averiguar qué es lo que pasa. Sin embargo, el proyecto bilingüe de Esperanza Aguirre ha hecho cambiar de opinión al Ministerio de Educación -que ya empieza a reconocer que la cosa no marcha- y a algunos socialistas que siguen el camino de la crítica y que ahora enseñan en Madrid fotocopias muy reveladoras, que comparan los magros contenidos del mismo tema en el libro bilingüe con los del libro no bilingüe. 
La conclusión es la misma que la que mi departamento ya evaluó en lo relativo a la Geografía e Historia y que me ha servido para poder afirmar que los malos resultados de la evaluación diagnóstico provienen del bilingüismo, a saber: Que las asignaturas bilingües, al aplicarse a alumnos con un nivel de inglés reducido, sufren de las lógicas dificultades de aprendizaje, lo que influye en producir peores resultados en la asignatura bilingüe que los que podrían obtener los mismos alumnos en un aprendizaje en su propio idioma. Algo tan fácil de entender, tan natural, tan evidente, ha provocado polémicas tan enconadas como la que David y yo protagonizamos en este blog o como la que sigo manteniendo con la dirección. El director, sin embargo, sigue enfrentando a mi argumento el de que “los alumnos bilingües sacan mejores notas que los no bilingües”, lo cual, ya se lo he dicho, es verdad, pero no es mérito de la enseñanza bilingüe, sino mérito de los alumnos que eligen la enseñanza bilingüe, que no es lo mismo. Es muy fácil de entender que es compatible el hecho de que los alumnos bilingües saquen mejores notas que los no bilingües (porque son dos grupos diferentes, antes y después), con el hecho de que nuestra enseñanza bilingüe produzca un nivel general de competencia inferior en las asignaturas bilingües que el que se obtendría de recibir la enseñanza en su propia lengua. Por lo tanto, o se aprende mucho más inglés, para compensar esta pérdida, o la enseñanza bilingüe es un fiasco. 
La evaluación diagnóstico nos dijo que el nivel de inglés en 2º de la ESO era inferior a la media, a pesar de los recursos gastados. Queda una segunda evaluación: La selectividad. Este año llegan allí nuestros primeros alumnos bilingües. Si nosotros no obtenemos en inglés mejores resultados que el resto de los centros (recuérdese que somos pioneros), eso significará que los recursos gastados en bilingüismo, no sólo no han servido para nada positivo, sino que han provocado la degradación del conjunto del sistema. 

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