miércoles, 6 de abril de 2011

Gracias, Carlos

Ana V Quevedo Rodríguez
Hace ya dos años que Carlos Jerez, nuestro profesor de Lengua y Literatura, nos llevó de viaje a Italia, para hacer un intercambio. Ningún profesor quería venir con nosotros y solo él se informó del programa, se interesó por las actividades y se puso en contacto con los profesores de Bari. A nosotros nos hacía muchísima ilusión ya que era, para muchos, su último año en el instituto.
Con las maletas hechas, pusimos rumbo Italia desde el aeropuerto de Parayas. La primera noche nos quedamos en un hotel en Milán, ya que no había vuelo directo a Bari, y al día siguiente, por la mañana, cogímos un vuelo hacia nuestro destino. Cuando llegamos hacía mucho calor y todos estábamos ansiosos por conocer a nuestras parejas de intercambio, pero no hubo problemas. En cuanto nos presentaron, nos dimos cuenta de que era gente muy parecida a nosotros. Creo que mi pareja fue la mejor de las tres que he tenido.
La semana se pasó rapidísimo. Hicimos muchas actividades. Por las mañanas, a veces, íbamos a clase con ellos y por las tardes solíamos quedar todos juntos. La verdad es que congeniamos de maravilla y que el trato por parte de las familias, los profesores y el director fue estupendo.
Llegó el día en que teníamos que regresar. Todos lloramos en el aeropuerto, cuando nos despedimos con mucha tristeza de quienes habían sido durante diez días nuestras familias. Cogimos un vuelo a Roma y pasamos la última noche en un hotel, ya que tampoco había vuelo directo a Santander. Esa noche la aprovechamos bien. Fue genial. Nos reímos muchísimo. Fue como una clase estupenda, en la que si alguien tenía un problema, los demás te ayudaban con los ojos cerrados.
Pero lo más importante para mi es que él, Carlos Jerez, fue la única persona que quiso viajar con nosotros para abrirnos al mundo y enseñarnos cosas diferentes, el único que se molestó e hizo sacrificios para intentar que fuera posible. Por eso, por mi y por mis compañeros: Gracias, Carlos.

1 comentario:

  1. Sí, es muy de agradecer, sobre todo si hay alumnos que piensan que se van unos días de vacaciones, sin obligación de ir a clase, o que ésta u otras semejantes son buenas oportunidades para quitarse a los padres de encima y trasnochar, o que el profesor es un mero acompañante al que se puede torear fácilmente. En efecto, es muy de agradecer porque hace falta estar hecho de una pasta especial para soportar que sólo uno de tus alumnos participe de alguno de los anteriores pensamientos. ¿No te parece?

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