viernes, 20 de mayo de 2011

En la Plaza Porticada

Carlos Rodríguez Mayo
Hay una alumna en el centro que ha decidido conocer directamente el movimiento de los indignados y se ha ido a acampar a la Porticada. Sin decirme que esa era su intención, me preguntó antes de incorporarse a la movida por mi opinión al respecto. Yo, para responderle, le dije lo siguiente:
Nuestra democracia es aún muy joven y perfectible. Comprendo y apoyo las legítimas quejas de los jóvenes, que están siendo los verdaderos paganos de la crisis, y también sus ansias de mejorar la democracia con una reforma de la ley electoral, con listas abiertas, y con un nuevo reparto de las circunscripciones electorales, para intentar sacar el poder del comité ejecutivo de los partidos y para conseguir que el voto a PP y PSOE no quede tan favorecido como lo está en la actualidad por la aritmética electoral. También me parecen asumibles algunas peticiones de carácter social como las relativas a las ayudas a la vivienda para los jóvenes.
En sentido contrario, le dije, la tentación totalitaria se cuela con facilidad entre los que intentan dirigir este tipo de movimientos asamblearios. Eso lo conozco bien de cuando estudiaba en la universidad en el ocaso del franquismo. Pues bien, hay que estar alerta ante los que transforman un movimiento pacífico en violento a base de desafiar la ley, que en un país democrático es la manifestación escrita del acuerdo y el consenso social. El que no respeta las leyes o el que las fabrica de modo que se impida este consenso no es un verdadero demócrata. Tampoco lo es el gobierno que las desafía o no hace que se cumplan. Por aquí nos queda aún un largo camino, pero que nadie se olvide de que la base del sistema está en el voto porque el voto es la consecuencia necesaria e insustituible de la soberanía popular. Además no se debe olvidar que la ley electoral nos dice que, después de la campaña, el día de antes de las elecciones es un día de reflexión, de manera que los que no respeten este día (mañana sábado) y el sagrado rito de las elecciones no harán sino demostrar su talante autoritario o totalitario, porque estarán  agrediendo al principio que dicen defender: la democracia.

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