sábado, 14 de mayo de 2011

El buen y el mal bilingüismo

Carlos Rodríguez Mayo
Me espanta la dimensión que va tomando el bilingüismo en la campaña electoral. El PSOE y el PP se pelean por llevar la antorcha. Si uno propone una cifra el otro partido promete más y mucho más rápido. Parece que no hay quien pare la expansión de la palabra que da votos, la palabra que oculta el engaño de la degradación de todo el sistema educativo de nuestro país: Bilingüismo.
Pues bien, el bilingüismo actual en la España de idioma castellano (en Cataluña, Pais Vasco y Galicia es otra cosa) consiste en un torpe intento de utilizar el conocimiento de algún idioma extranjero por el profesorado para impartir su asignatura en ese idioma. Se supone que de esta manera los alumnos aprenden más inglés (la lengua que se pretende potenciar), aunque nunca nadie evaluó si esto es verdad. Nuestro bilingüismo, además, lleva aparejadas una serie de consecuencias negativas. Son las siguientes:
-La discriminación entre los alumnos. En efecto, la elección que realizan los alumnos crea dos tipos de grupos. Los grupos bilingües con alumnos competentes y motivados y los grupos no bilingües, caracterizados por lo contrario. Los grupos no bilingües se suelen convertir en un ghetto en el que es muy difícil trabajar. De manera que a los alumnos motivados no les queda más remedio que elegir el grupo bilingüe, si no quieren verse sometidos a cursos indisciplinados y con dinámicas muy negativas.
-El nivel disciplinar en las asignaturas impartidas en inglés se reduce como consecuencia de la falta de dominio en el idioma por parte de los alumnos o del profesor bilingüe.
-El enfrentamiento entre profesorado bilingüe y no bilingüe, como resultado de las peores condiciones de trabajo que sufren los profesores no bilingües en los centros.
El bilingüismo no es malo. Podría ser muy bueno, pero para conseguirlo tendría que ser verdaderamente bilingüe, con un profesorado realmente bilingüe (que no se garantiza con el sistema de acreditación actual) y con un alumnado bilingüe, que habría que crear por la base (mejor en preescolar, que en infantil) y no a los 12 años. Además, para que no hubiese discriminación entre los alumnos, TODOS ellos (y no sólo los que lo elijan) deberían cursar enseñanza bilingüe en las asignaturas que se determinen (deberían ser la mayor parte), y si no es así, para que no hubiese discriminación entre los profesores, urgiría equilibrar las condiciones de trabajo atribuyendo al profesorado bilingüe los grupos no bilingües que se originasen. Por último, para que no hubiese discriminación entre asignaturas, todas ellas, salvo los propios idiomas, deberían poder ser bilingües (no entiendo por qué se excluyen en Madrid las Matemáticas) y el inglés, como materia, debería practicarse en un horario más extenso.
Este buen bilingüismo habría que construirlo poco a poco, creando centros bilingües en primaria e infantil que incluyesen después la ESO y el Bachillerato bilingüe en las capitales de provincia y ciudades grandes. Habría también que crear cuerpos de profesores bilingües en cada una de las asignaturas y exigir niveles de dominio del inglés a los alumnos, en los distintos ciclos de enseñanza.
Nuestro mal bilingüismo, sin embargo, se improvisa. Sin alumnos ni profesores bilingües, provoca discriminación y pérdidas notables en los aprendizajes de todas las materias. Además se olvida de que tenemos un idioma, el castellano, y de que es importante que lo valoremos y que lo cultivemos. Nuestro bilingúismo es un engaño, una chapuza más. Un producto de mercadillo que no sirve para lo que se compra, pero que hace daño al sistema. Mucho daño...
Con éste mal bilingüismo nuestros políticos nos vuelven a dar gato por liebre.

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