domingo, 8 de mayo de 2011

Defender algunos valores sexistas

Carlos Rodríguez Mayo
Me acusan las feministas de que no ataco al machismo y de que no defiendo a la mujer. Y es verdad, pero es que yo no encuentro en nuestro medio, el instituto, ningún rastro relevante de machismo o de discriminación hacia la mujer (aunque sí existe un hecho estadístico evidente que es el de un mayor índice de fracaso escolar para los hombres). En todo caso, les digo a los que me atacan, el blog está abierto, ¿por qué no me lleváis la contraria? ¿Por qué no expresáis vuestros argumentos por escrito? Saldar estas cuestiones en el bar es nuestra costumbre, pero es mejor ponerlo en negro sobre blanco. Yo soy como soy, y pienso como pienso. Espero que no consideréis ésto un delito. Supongo, también, que os daréis cuenta de que presuponer que el representante de igualdad debe ser necesariamente un feminista es una muestra de sectarismo inaceptable. ¿Acaso solamente los cristianos deberían poder dar clase de religión? ¿Acaso para ser sindicalista hace falta ser marxista?
En la etiqueta "igualdad" se pueden leer artículos en los que me enfrento con la propaganda del feminismo radical para dejar muy claro que hombres y mujeres no sólo somos diferentes sino que pensamos diferente (esta es la tesis del programa redes con la neurobióloga Louann Brizendin, en rtve.es) y que la historia ha asociado valores diferentes a cada uno. Yo defiendo que hay valores masculinos (como la nobleza, por ejemplo) y valores femeninos (como la dulzura) que hay que conservar, aunque no sean exclusivos de cada sexo, porque son valores culturales positivos que aparecen entremezclados con la historia y que recibimos como herencia de nuestros padres, para que lleguen hasta nuestros hijos. Yo he educado a mis hijos de forma diferente a como lo hicieron conmigo mis padres, intentando no discriminarles, pero me satisface que el varón sea un hombre y que la chica sea una mujer, aunque los querría igual o más si hubieran sido homosexuales. Frente a los que reprimen lo que hay de masculino en los chicos y de femenino en las chicas, yo defiendo los valores positivos por sí mismos. Quiero decir que, aunque yo he enviado a mis hijos (a ambos) a clases de ballet, no me opongo a que los chicos, si quieren, vayan a aprender artes marciales. 
En la vida se puede ser progresista (favorable a los cambios) o conservador. Del mismo modo que no es malo cambiar, sobre todo si es a mejor, tampoco lo es el defender lo que hay de bueno en el pasado. Detrás de nosotros hay muchos cuentos, mucha literatura y mucha historia que hay que transmitir, aunque sea sexista, para que no se produzcan pérdidas irreparables. Pensar que estamos por encima de todo ello, porque con nosotros culmina la historia, no sólo es muestra de un orgullo desmedido, es además un error propio de la ignorancia y de la juventud. Tenemos que evolucionar, pero también tenemos que conservar el patrimonio que recibimos. Somos hijos de nuestros padres y nietos de nuestros abuelos. No quememos los libros ni los conventos.  

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