domingo, 1 de mayo de 2011

Desertores de los libros

Carlos Rodríguez Mayo
El mayor problema de nuestro sistema de enseñanza en los niveles de secundaria es el de los llamados “desertores”. Son éstos, alumnos que rechazan por sistema el servicio educativo a pesar de que se encuentran en niveles obligatorios. Son en su mayor parte varones y se convierten con los años en repetidores. Los profesores se sienten indefensos ante su comportamiento, porque no encuentran el camino para conseguir convencerles de que intenten aprender sus asignaturas. Lo más que se consigue, después de desarrollar un control intensivo sobre ellos, es neutralizar su tendencia a enturbiar el clima de la clase y a hacer perder el tiempo a los demás. Ellos, además de descubrir a sus compañeros que no existen mecanismos de disciplina eficaces, entorpecen las explicaciones y dominan el ambiente de la clase, sobre todo si superan en edad a sus compañeros por ser repetidores. Su concentración en los grupos no bilingües convierte algunas horas en auténticos calvarios para sus compañeros y para los profesores responsables.
El no tener contra ellos más argumento que el de las palabras que no quieren escuchar, el aceptar diariamente que se sienten ante nosotros exhibiendo su enfrentamiento radical con el sistema es para mí el aspecto más negativo de todos los que afectan a nuestra enseñanza pública. Con su actuación no sólo impiden que se cree el necesario ambiente de trabajo o de atención, sino que, además, provocan tensiones que siembran de peligros las relaciones personales en los centros. La supervivencia de los desertores y su incremento es la muestra viva de que aquí se puede estar sin hacer nada y que se puede, hasta cierto punto, molestar a los demás, sin sufrir efectos disciplinarios notables. Su efecto ambiental es muchas veces lamentable y con frecuencia demoledor.
Contra ellos se podrían hacer miles de cosas, pero antes es necesario convencernos y convencer al conjunto social de la veracidad del diagnóstico, de que los desertores existen, de que florecen y se multiplican en la ESO y de que tolerar su presencia es el origen de un problema que se extiende a todo lo demás. Es necesario repetirlo muchas veces. Tenemos un gran problema: Cómo evitar que los desertores sigan destruyendo nuestro sistema de enseñanza.

1 comentario:

  1. Yo tengo algunos de estos alumnos y, en fin, me contento con saber que, si académicamente no puede ser, al menos son buenos chavales, que tienen principios.

    Y, bueno, lo considero parte de nuestro "pan de cada día".

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