miércoles, 12 de mayo de 2010

Memoria y recuerdos

Sandra Hoyal Rodríguez.
Son las siete de la mañana, y de repente ¡RIN! Un molesto despertador hace que me levante; me lavo la cara y me pongo la ropa mas bonita que tengo, llevo una semana pensando qué ponerme, estoy muy nerviosa, no se qué va a pasar… Es un día muy importante para mí. Bajo las escaleras hasta llegar a la cocina, mi madre me espera con un Cola Cao y unas galletas; estoy tan nerviosa que no paro de hablar y apenas desayuno. Después, cojo mi mochila, que abulta más que yo, y me dispongo a salir. Me espera el autobús; no puedo parar quieta en mi asiento, ya queda menos para llegar a mi destino. Mi primer día de instituto está por comenzar, tan solo quedan unos segundos para entrar por la puerta, desde ese momento veré la vida de puertas a dentro de este centro, aquí voy a pasar seis años o eso espero y hoy es solo el primer día…
Parece que fue ayer… Pensaba que estos seis años (que se dice pronto) iban a hacerse eternos, pero, al contrario, han sido los seis años más cortos de mi vida. Aunque han pasado muy rápido, han sucedido muchas cosas. He tenido muchos profesores, algunos han sido buenos y benévolos, otros han sido amables, otros exigentes… Algunos me han enseñado cosas puramente académicas y otros me han enseñado cosas sobre la vida; con algunos me he reído y con otros me he enfadado, de algunos no me acordaré cómo se llaman (soy pésima para memorizar nombres), mientras que de otros me acordaré toda la vida (tanto por lo bueno como por lo malo). Me han enseñado algo de historia, el cómo comprender a los British, el valor de X, el por qué piensan unos “señoritos” llamados filósofos, mis amadas etimologías, el país más impronunciable del mundo, lo que es una célula, cómo se mueven los átomos, la dichosa sintaxis y la maravillosa literatura, y también a contemplar una obra maestra… Aunque solo hayan formado parte de mi vida seis años, probablemente han colaborado en hacer de mí una persona algo más formada, algo más madura y algo más vaga también.
Y como no, tengo que nombrar aquí a mis compañeros. Con algunos he tenido una relación fantástica que ha terminado en amistad y con otros he tenido mis más y mis menos, pero a fin de cuentas ellos han estado presentes. A algunos les conozco desde la infancia, a otros les conocí aquí, pero todos, poco a poco, han ido haciéndose un huequecito en mi recuerdo.
Tal vez esta sea una etapa que vaya olvidando con el tiempo, y seguramente, con los años, no me acuerde de muchos, del mismo modo que estoy segura de que no todos se van a acordar de mi. Pero me conformo con que algunos sí se acuerden de esa chica que odia las matemáticas y a la que, en cambio, le encanta hacer comentarios de texto, de la que siempre remolonea e intenta buscar el camino más fácil, aunque finalmente pasa por el aro y termina yendo por el camino más complicado, de esa que no calla ni debajo del agua (lo reconozco), de la que ama el teatro y se ríe hasta de su sombra. Me conformo, pero haced un esfuerzo y no me olvidéis…

1 comentario:

  1. La crítica más profunda a nuestro sistema educativo se desprende de una de tus afirmaciones: Dices que hemos hecho de tí una persona más vaga. Sacada de contesto, bastaría tu afirmación para cambiar el sentido de la propuesta del pacto para la educación del Ministro Gabilondo. Frente a su problema, el fracaso escolar, el tuyo: La vaguería.

    Carlos Rodríguez Mayo

    ResponderEliminar