domingo, 28 de noviembre de 2010

Rigor

Carlos Rodríguez Mayo
La formación que yo he padecido en mis años mozos era excesivamente escrupulosa. Se nos inoculaba el horror del infierno sin tener en cuenta que aún éramos niños. Temíamos tanto al pecado, que la libertad parecía una entelequia... Frente a esto, las nuevas generaciones han avanzado mucho en la apreciación y la lógica natural de lo que pasa por su vida y por su mente, lo que supone un nivel mucho más bajo de represión en todos los sentidos.
Sin embargo, a mi me da la sensación de que lo que se ha ganado en libertad y en responsabilidad, se ha perdido en rigor; en rigor intelectual y en rigor moral. La postura habitual de las personas no resulta normalmente de una reflexión correcta, influenciada por la autoridad intelectual de los que saben del asunto, y sí, por el contrario, de una postura ideológica, previamente definida, en la que la frontera entre el bien y el mal parecen estar situados en lugares diferentes, según el punto de vista utilizado. Si a esto añadimos que las últimas modas pedagógicas utilizan métodos tan heterodoxos como el de la tormenta de ideas, en el que es el que aprende el que propone los diversos puntos de vista y es el que enseña el que los ordena con arreglo a la teoría, es normal que nos encontremos con personas que piensen que algunos profesores no tenemos nada que enseñarles, que ellos ya saben lo que quieren, sobre todo en el campo de las humanidades y en especial en la Historia.
En estas condiciones, resulta difícil educar: Es un camino sembrado de riesgos el intentar sacar al chico del ensimismamiento de su adolescencia para hacerle entender que es malo engañar y hacer trampas. Enseñarle que un adulto debe atender a distintos puntos de vista para hacerse una opinión. Que es importante escuchar a los sabios para saber el por qué de las cosas, el cómo, el dónde y el cuándo. Que la autoridad siempre es necesaria y que hay que respaldarla, cuando se la pone en entredicho, porque es mucho peor la anarquía. Que el éxito no está en ganar más o en tener más o en emborracharse más, sino que, más bien, se relaciona con las cosas que nos permiten estar a gusto dentro de nuestro propio pellejo, cultivando las labores para las que estamos mejor dotados, y con esa actitud abierta y comprensiva hacia los otros que hace, a veces, que nos quieran por la forma que tenemos de ser nosotros mismos.      

1 comentario:

  1. Por mucha "tormenta de ideas" que haya, si no se tiene ni p... idea, ese procedimiento educativo no sirve para nada. La tormenta de ideas debe trabajar, por tanto, con ideas que se ajusten, aunque sea mínimamente, a lo que se está tratando.

    Estoy de acuerdo con usted en lo de la falta de valores, y creo que mucha gente se ha dado cuenta de ello. Quizá, en esta sociedad de consumo y de masas, hemos alcanzado curiosamente algunos apectos del "superhombre nietzscheano", que es individualista, crea sus propios valores y tiene una moral "más allá del bien y del mal".

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