viernes, 26 de noviembre de 2010

Rotonda ministerial

Carlos Rodríguez Mayo
En la pequeña rotonda del patio a la que dan vuelta los autobuses, alguien plantó madroños. Quien lo hizo conocía que el madroño es una planta autóctona que prolifera mucho más en nuestra comarca costera que en el ámbito de la villa y corte, en cuyo escudo, como es sabido, aparece asociada a un gran oso. 
Al lado de los madroños, dos especies alóctonas perviven con mayor dificultad. Ambas vienen de los sueños de grandeza de Daniel, el que fuera nuestro director hasta que fue premiado con su ascenso a la alta inspección. Las dos plantas son una palmera canaria y un pino mediterráneo (no sé bien si piñonero o pinaster). Son residuos de un honor tributado a dos ministros de educación socialistas que Daniel atrajo al Instituto. El primero, canario, se llamaba Jerónimo Saavedra y vino a inaugurar el nuevo edificio, tras el traslado desde el cruce. La segunda, fue la ministra San Segundo, nacida en Medina del Campo. Los dos posaron ante las cámaras y dijeron sus discursos, acompañados de un largo séquito oficial. Los dos, también, fueron cesados en sus funciones a los pocos días de la visita. No es posible establecer una relación de causa efecto entre los árboles y los ceses, pero, desde entonces, es muy evidente que resulta casi imposible atraer por aquí a ningún ministro. Los que saben esta historia me comentan que esto es lo natural. ¿Natural? ¡Pues claro que es natural! En realidad, es cuestión de árboles...

1 comentario:

  1. Los árboles no tienen la culpa de estar donde están ni de proceder de donde proceden. Otra cosa es lo de los políticos, a los que sólo les interesa hacerse la foto de rigor y luego les importa, en general, todo una chufa.

    "Lo importante es la foto", dijo recientemente algún dirigente nacional.

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