lunes, 26 de marzo de 2012

De puertas afuera (II)

Carlos Rodríguez Mayo
Al leer la propuesta de Fernando, queda claro para mi que sobran los malos modos, pues en realidad no hay discrepancias graves entre lo que él dice y lo que yo quería decir.
Yo decía que es muy de agradecer la aportación esforzada de los profesores que hacen posible todas las excursiones, aunque luego dejaba de lado la vertiente laudatoria para plantear criterios que permitan discriminar entre los distintos tipos de salida, diferenciando aquellas que aportan elementos muy positivos, (como los intercambios), de las que aportan elementos positivos, (como las excursiones de los departamentos), y de las que sólo aportan convivencia. Por lo tanto, mi intención no es la de acabar con las excursiones, todo lo contrario. Yo he desempeñado también el papel de coordinador de actividades extraescolares y sé lo que cuestan y lo importante que son para los chicos, pero mi apoyo general no llega hasta algunas actividades concretas (por mucho que su precio siga siendo bajo o gratuito), porque creo que sólo debe mantenerse lo que tiene un sólido apoyo en las necesidades del centro. Por eso, sugería la posibilidad de valorar o evaluar los objetivos o los resultados de algunas de las que podrían incluirse entre las que "sólo aportan convivencia" e introducía como contrapeso dos consecuencias indeseadas de las excursiones, como son la ruptura con la continuidad de las clases y los riesgos de que se produzcan comportamientos negativos, como el de la falta de sueño nocturno y el de la bebida. Contra estos dos comportamientos transgresores, creo, no se ha planteado nunca una práctica disciplinaria efectiva. Si comparásemos lo que se deduce de los comentarios escritos de los chicos sobre lo que sucede realmente en sus excursiones con la escasez de expedientes disciplinarios al respecto, sacaríamos conclusiones relevantes. 
Yo saco a la palestra este tema, que es tabú, y propongo reflexionar más sobre él, con tiempo y con mesura, para que sirva de algo. Propongo, también, establecer una clasificación de las excursiones en función de sus objetivos y resultados y valorar la conveniencia de dejar de programar algunas de las que aportan poco y alteran la continuidad de las clases o resultan peligrosas. Además, estaría bien establecer algún tipo de estrategia disciplinaria, alguna fuerza que sea capaz de dotar de eficacia al requerimiento nocturno de los profesores para evitar que los riesgos citados se instalen en la actividad y se conviertan en su razón de ser, en su esencia. 

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